La tarjeta inteligente en la Seguridad Social

La huella dactilar como PIN

La implantación de la tarjeta inteligente en el seno de la Administración Pública es aún poco relevante si se mira desde el punto de vista cuantitativo. Existen experiencias ya implantadas en la sede de algunos ministerios relacionados con el control de acceso y la securización de PCs, pero de cara al ciudadano el proyecto más ambicioso es el de la implantación de la tarjeta inteligente en la Seguridad Social, un proyecto de alto valor cualitativo que familiarizará muy pronto al ciudadano/usuario con esta tecnología.

Existen en la actualidad dos tipos de tarjeta: la tradicional de banda magnética y la de chip. Dentro de esta última familia se incluyen las que integran chips de memoria y las que disponen de un microprocesador con aplicaciones embebidas.

Para su fabricación, se cuenta de un lado con el soporte plástico (la tarjeta propiamente dicha) y de otro con un micromódulo formado por el chip y su contacto al kernel del sistema operativo y las aplicaciones embebidas, todo ello ubicado en un celuloide protector.

El formato y tamaño de la tarjeta han de estar conformes a la norma ISO 7816 (54 x 85 x 0,76 mm), también define otros aspectos como el material (plásticos PVC y ABS, este último reciclable), la posición de los contactos electrónicos y el modo en que se comunican estos contactos.

Según el criterio del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, la tradicional cartilla surgida en los años cuarenta era un documento que necesitaba una nueva concepción. Si anteriormente existía una cartilla por familia, el planteamiento actual es el de individualizar y a la hora de buscar un soporte adecuado era necesario hacerlo sobre un formato tecnológicamente puntero con la finalidad de garantizar su duración.

"La evolución de pensamiento desde el momento en que surge esta necesidad fue desde la tarjeta de plástico hasta la tarjeta de plástico con banda magnética, llegando a la idea de este mismo soporte con un chip de memoria integrado", comenta Jesús Sobrino, Director General de Explotación del CENDAR, organismo dependiente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social del que ha surgido el proyecto.

La tarjeta como llave

"Las razones en las que nos basamos para ir a la tecnología de tarjeta inteligente son fundamentalmente la posibilidad de tener un soporte que permitiera al ciudadano realizar gestiones sin tener que acudir a la Seguridad Social. Ir creando una oficina autónoma con una especie de llave, la propia tarjeta, con la que el ciudadano pueda acceder a toda la información de la Seguridad Social y realizar gestiones", añade Sobrino.

Eso planteaba un problema de seguridad, ya que el acceso a datos sensibles hay que protegerlo, es necesario garantizar que la persona que utiliza esa llave es la persona adecuada. Poco a poco se va perfilando la idea de introducir datos identificativos del titular, con lo que se camina hacia una línea tecnológica en la cual es necesario un microchip con capacidad de almacenamiento, un sistema operativo y un sistema de reconocimiento incorporado en la propia tarjeta.

Era necesario que todo el Ministerio de Trabajo con una misma tarjeta pudiera acceder a diferentes arquitecturas de red y a través de ello se pudiera acceder a las dos bases de datos más importantes.

Luego, de una forma coyuntural, se contempló la posibilidad de que fuera también una tarjeta sanitaria. "Concretamente, la Comunidad Autónoma Andaluza había hecho un experimento de tarjeta y decidieron que se podían adherir a este proyecto que les parecía interesante, de forma que fuera una tarjeta con dos anversos: el nacional y el autonómico, de manera que sirviera como tarjeta sanitaria con todas las características que ellos tenían", expone Jesús Sobrino.

Se trata, por tanto, de una tarjeta multiorganismo, de amplio espectro: Seguridad Social, Instituto Nacional de Empleo y Tarjeta Sanitaria con el valor añadido que se deriva para la gestión de los centros de salud.

Córdoba: fase de despegue

"Poco a poco el proyecto de la tarjeta inteligente va tomando forma y se decide dar el salto hacia un proyecto piloto. Decidimos que toda esa teoría era muy bonita pero había que probarla. De esta forma comenzó el proyecto piloto en Córdoba como elección operativa el pasado año. Se emitió un número de tarjetas de 500.000, que no cubre la totalidad de los habitantes de Córdoba, y se instalaron 19 TAIGs (Terminal Automático de Información y Gestión) sobre dos centros sanitarios. Fue un equipo reducido sobre todo para ver como reaccionaba el ciudadano con la huella y para ver si existía realmente esa negativa inicial de los médicos, pero tengo que decir que la respuesta ha sido sensacional. Los médicos han colaborado absolutamente y el tema de la huella se ha aceptado divinamente porque se trata de un PIN (número de identificación personal) que no se olvida", asegura el Subdirector General de Explotación del CENDAR.

"A partir de una resolución del 3 de enero del 94 del Secretario General, en la que se habilitaba el cambio de la cartilla por la tarjeta, nos pusimos en marcha. Empezamos a definir el proyecto piloto y en septiembre del 94 ya estaba preparada la tecnología para probar el proyecto inicial", comenta Jesús Eguiluz, Adjunto a la Subdirección General de Explotación del CENDAR.

De esta forma, y a través del proyecto piloto de Córdoba, se probó una plataforma para decidir más concretamente la arquitectura que se iba a utilizar en el resto del país cuando se diera el salto a su implantación nacional.

Implantación nacional

La implantación nacional ha comenzado en 1996 en Andalucía y está previsto que esta comunidad autónoma termine en febrero-marzo del 97.

Por otra parte, y a un nivel global, la implantación nacional total se espera esté concluida en 1999.

"Lo que nos ha llevado todo el año 95 ha sido la definición de los pliegos que constituyen toda la compra, más la adquisición, más la valoración por todos los órganos colegiados.

Esto ha llevado tanto tiempo porque a pesar de que todo el proyecto es financiado por la Tesorería General de la Seguridad Social, en un plano técnico, nosotros pretendimos que los organismos que participaban estuvieran de acuerdo con el planteamiento tecnológico. De forma que la discusión de siete pliegos tuvo como fin el que todo el mundo estuviese de acuerdo", añade Eguiluz.

"Para definir la tarjeta teníamos una obsesión por cumplir todos los estándares ISO. Era necesario que tuviera capacidad de almacenamiento para los datos biométricos, además de un alto nivel de seguridad y un sistema operativo multiaplicación", explica Jesús Sobrino.

En el diseño final de la tarjeta inteligente de la Seguridad Social hubo que incorporar la banda magnética debido a que el estándar sanitario define a su tarjeta como tarjeta de banda magnética, con lo cual, si no llevaba banda, la tarjeta del SAS quedaba fuera de la norma definida en España como tarjeta sanitaria. De esta forma, y a pesar de que toda la información está más segura y a salvo en el chip, hubo que incorporar la banda y meter los datos administrativos necesarios que, a su vez, están duplicados en el chip.

Por otra parte, la incorporación de datos clínicos a una tarjeta es siempre un tema delicado porque en él entran en juego la protección de datos y el derecho a la intimidad. Hay una enorme polémica en torno al tema y es razonable, por tanto, que la tarjeta sea un vehículo de identificación y que a través de esa identificación se llegue a los datos que haya en bases de datos determinadas.

"Esta tarjeta creo que es espectacular en su tecnología y en sus posibilidades de gestión, pero no en su contenido. Sin embargo, las tarjetas sanitarias se están vendiendo como espectaculares porque podrán contener la historia clínica y otros datos, cuando en realidad la

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