Fin de milenio: un problema bicéfalo

Los retos del efecto 2000 y la adaptación al Euro

A mediados de 1996 las páginas de las publicaciones especializadas en tecnología de la información comenzaron a emitir señales de alarma al comprobar como el llamado efecto 2000 iba a causar problemas muy graves en los sistemas de información de todo el mundo. La dimensión del problema llegó a convertirse en aquellos primeros tiempos de toma de conciencia en un asunto apocalíptico muy a tono con el síndrome de fin de milenio que supone la llegada del 2000. Surgieron de la nada nuevos gurús advirtiendo del peligro y ofreciendo al tiempo sus servicios de conversión a través de nuevas empresas/consultoras creadas a tal efecto; los programadores de Cobol aparecieron de detrás de las piedras (hay quien dice que fueron ellos quienes intencionadamente ignoraron la inclusión de los cuatro dígitos para señalar el año, asegurándose así una jubilación de oro) y el problema llegó incluso a ocupar lugar destacado en los diarios de información general.

Durante 1997 el pánico inicial empezó a convertirse en planes coherentemente articulados para atajar ese efecto 2000 y las grandes empresas, capitaneadas por la gran banca, empezaron a invertir grandes cantidades de dinero en algo que no iba a suponer ningún cambio a mejor, sino que tan solo suponía seguir como antes. El principal consuelo que supone el 2000 se resume en que todo el planeta lo padece, pero paradójicamente, este es también el mayor desconsuelo: las empresas consultoras expertas en gestionar estos proyectos de conversión no tienen manos para tanto trabajo.

Y además, el Euro

A este drama compartido por todo el globo, para las empresas y organismos europeos se sumó otro con implicaciones funcionales verdaderamente relevantes: la convergencia de todos los países miembros de la Unión Europea hacia una moneda única. Todo un catálogo de buenas intenciones que sentarían las bases de una Europa unida pero que para los sistemas de información supondrá un nuevo quebradero de cabeza y más inversiones económicas.

La fase de toma de conciencia respecto al efecto del 2000 ya ha acabado (al menos debería ser así) y con 1998 recién empezado, solo queda comprobar cómo se está desarrollando la fase de conversión en las distintas empresas y organismos.

Las cifras que se manejan a nivel mundial relativas al coste de la adaptación al efecto 2000 son, como mínimo, de 600.000 millones de dólares, según Gartner Group. Las estimaciones para España son más indefinidas, ya que se sitúan en una horquilla de entre los 500.000 millones y el billón de pesetas, según datos de PROFit.

En cuanto al Euro, el panorama aún no está totalmente dibujado, y a pesar de que el plazo de adaptación total es más lejano que la frontera del milenio, el uno de enero de 1999 las empresas han de estar preparadas para asumir la primera fase hacia el Euro.

Según datos de la consultora KPMG las mayores empresas europeas deberán afrontar gastos de más de 7,5 billones de pesetas para su total adaptación al Euro, a una media de 4.500 millones de pesetas por empresa. El estudio toma como base 300 empresas europeas de más de 5.000 trabajadores.

Ocurre, además, que la moneda única conllevará cambios estructurales cuyos reflejos más inmediatos, según la opinión de estas 300 empresas, serán una armonización a la baja de los precios de los productos y servicios y un equilibrio simultáneo al alza de los niveles salariales, lo que implicará un estrechamiento del margen medio de explotación.

Impacto positivo

De cualquier forma, a pesar de estas conclusiones, el 77% de las empresas encuestadas cree que la Unión Económica y Monetaria (UEM) tendrá un impacto positivo a largo plazo en la rentabilidad de su actividad.

Otras conclusiones del estudio de KPMG ilustran como el 91% de los encuestados considera que el área de tecnologías de la información será el que tenga que afrontar mayores costes derivados de la conversión, seguida de los sistemas de ventas y marketing (38%). No obstante, la cuarta parte de los encuestados aún no ha previsto una partida para la conversión de los sistemas de TI.

Asimismo, el 59% ha puesto en marcha una estrategia para hacer fente a la UEM, porcentaje notablemente superior al 35% que dijeron tenerlo en marcha en la misma encuesta realizada el año anterior.

KPMG también ha detectado que el 62% de los encuestados no ha realizado una estimación de los costes totales de adaptación a la UEM. De los que sí la han hecho, solo el 68% ha presupuestado una cantidad para hacer frente a la conversión.

Por otro lado, el 62% no cree que la UEM tendrá una influencia significativa sobre su estructura de gestión internacional. El 63% no tiene previsto revisar la localización de sus operaciones europeas y el 44% no cree que la moneda única tenga un efecto importante sobre sus planes de inversión internacional.

Según Julio Alvaro, socio director del Grupo Euro de KPMG, “nuestro estudio sugiere que las empresas contemplan la implantación del Euro con una perspectiva demasiado optimista. Los costes iniciales de la moneda única serán muy elevados, pero se quedarán pequeños con los comparados con la reducción a largo plazo de los márgenes de explotación a causa de la presión a la baja sobre los precios y la presión al alza sobre los salarios. A pesar de estos peligros potenciales, la inmensa mayoría de los encuestados cree que la UEM tendrá un impacto positivo”.

Julio Alvaro cree que, “el año pasado, nuestro estudio mostraba la baja preparación de las empresas ante la unión monetaria, a pesar de que había unanimidad casi total sobre que la UEM se llevaría a cabo. La reciente segunda encuesta anual demuestra que las empresas creen estar mejor preparadas para la moneda única. Por ejemplo, hay más compañías que dicen disponer de una estrategia para hacer frente a la UEM”.

“A pesar de ello”, continúa Alvaro, “se muestran divergencias cuando se les pregunta sobre aspectos concretos como la partida presupuestara para la adaptación de las tecnologías de la información o cuáles son sus planes para hacer frente a los efectos de la UEM sobre la estrategia empresarial y los planes en Europa, donde existen importantes lagunas”.



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