Más denuncias por piratería

La BSA (Business Software Alliance) ha comenzado a aplicar estrictamente el contenido de la Ley 16/1993 de incorporación al Derecho español de la Directiva 91/250/CEE, de 14 de mayo de 1991, sobre la protección jurídica de programas de ordenador. Los primeros afectados han sido AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea) y CAMUNSA (Catalana de Muntates) por presunta copia y utilización ilegal de software. No se ha parodiado la fábula del lobo y las ovejas, ya que BSA ha patrocinado, y organizado SEDISI, programados encuentros con colectivos de usuarios para realzar las ventajas de trabajar con software original, y haciendo especial hincapié en las complicaciones y desventuras que podrían sobrevenirle a quien desoyera los consejos y prosiguiera pertinazmente practicando la piratería de software.

Varios meses ha durado la campaña de mentalización -plazo prudencial y suficiente para que no se tilde a BSA de desconsideradamente aprovechada, si no hubiera dado ocasión al conocimiento profundo de la ley y de las consecuencias de no cumplirla- en la que se ha invertido tiempo y dinero.

Los desarrolladores de software están hartos de los desmedidos abusos en la utilización de copias ilegales. Entre los copiadores compulsivos y los que, racionalmente, han hallado el mecanismo idóneo para ahorrar dinero o estirar el presupuesto, la venta de paquetes se resiente muy seriamente y los ejercicios económicos de las empresas que los comercializan quedan maltrechos. Por lo tanto, es totalmente injusto querer calificar las acciones legítimas que ha emprendido BSA para defender sus intereses, como vulgares allanamientos de morada. No es arriesgado predecir que, en circunstancias análogas, cualquier colectivo empresarial reaccionaría de forma similar, ya que el estímulo sacrosanto para preservar el crecimiento de la cifra de facturación, debe permanecer constantemente latente en el ánimo de los altos directivos.

Antes de hacer juicios de valor, habrá que esperar a conocer con detalle las implicaciones de los directivos de las empresas denunciadas por presunto uso fraudulento de software -las ya conocidas y otras contra las que, según BSA, procederá seguidamente- ya que, posiblemente, sean ellos los primeros sorprendidos. A ver cómo se les explica a los altos ejecutivos que, a pesar de haber firmado la autorización para la adquisición de los paquetes que les propusieron, ahora se ven involucrados en un desagradable contubernio con nefasta publicidad adicional.

Contemplando los hechos, es posible que haya existido cierta negligencia en algún escalón intermedio para, primero, sensibilizar a la plantilla de los riesgos que corre la empresa de verse inmersa en estos asuntos y, segundo, dar a conocer las acciones disciplinarias que se adoptarían contra quienes, insensatamente, haciendo caso omiso de las advertencias, ponen en evidencia a la empresa y la acarrean un mal económico.

Para alcanzar los objetivos que se impone la BSA, el impacto emocional y el consiguiente ruido son fundamentales en estas primeras etapas. El Ministerio de Hacienda busca lo mismo cuando airea los nombres de personas populares como presuntos defraudadores del fisco y, aleatoriamente, para mantener el fuego sagrado del temor, nuevos protagonistas salen a relucir. Pero la BSA está también interesada en no ahondar en la herida y sí en llegar a una avenencia amistosa. Esto es posible, si no se enquistan posturas ensoberbecidas, y satisfaría a ambas partes. Los que esperan un efecto boomerang sobre alguna acción judicial emprendida por BSA, creen que las iniciativas se basan, exclusivamente, en denuncia anónima recibida por teléfono.

Pensábamos que, la certeza de irregularidades, tiene que estar arropada por argumentos contrastados y datos precisos porque, llenar adrede el teléfono de información de la BSA de aventuras maliciosamente falsas, es un juego de niños. Teniendo cantera de descontentos dispuestos, directamente, a facilitar listados comprometedores ¿Por qué jugar con fuego? La BSA dispone de bazas suficientes para apostar sobre seguro. Es casi imposible equivocarse.



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