Seguimos jugando a lo mismo

Silvia Leal.-

No es un nuevo objeto de debate originado por la difícil situación económica en la que nos encontramos. No es un argumento de venta por parte de aquellos que ocupan en el sector tecnológico el papel de proveedores, por cierto, más que difícil en estos momentos. Y, por supuesto, no se trata de un discurso del CIO para obtener más presupuesto para “sus” proyectos. La innovación tecnológica es, como muestra la evidencia histórica, social y económica, un factor determinante sobre el progreso de las empresas, clave para su supervivencia y, por supuesto, motor fundamental en el proceso de generación y el posterior mantenimiento de sus ventajas competitivas. 
SIlvia Leal
Y no puedo, aunque me encantaría, afirmar que la propiedad de esta acertada afirmación fuera mía. Algunos pensarán que me he inspirado en Tom Peters (1985), a quien la revista Fortune denominó el Ur-gurú (gurú de los gurús), tras publicaciones como Pasión por la Excelencia, donde afirmó que las reglas de oro para el éxito empresarial pueden limitarse a dos: marketing e innovación. Pero no es así, puesto que, como muchos habrán podido adelantar, encuentra su origen en las reflexiones que nos proporcionó hace ya unas cuantas décadas Schumpeter (1939), economista austriaco pionero en destacar la importancia de los fenómenos tecnológicos en el crecimiento económico, quien coincide a su vez y en gran medida con aportaciones anteriores como las de Adam Smith (1776) y David Ricardo (1817).

De esta forma, encontramos el motivo del origen de mi fuente de inspiración en que, más allá de las palabras y de la manera de formular los problemas y soluciones que históricamente se han planteado las empresas desde prácticamente su origen, poco hay distinto en la esencia, encontrándose la innovación tecnológica en el centro de las distintas respuestas que a lo largo del tiempo se han proporcionado para hacer frente al recurrente debate sobre los elementos que determinan el éxito de una organización. Sí, encontramos, sin embargo, importantes “matices” respecto a la naturaleza de las fuentes de innovación, y es que bajo nuestro escenario actual, las tecnologías de la información y las comunicaciones se han convertido, sin duda, en uno de los principales y más poderosos agentes de creatividad, y por lo tanto de innovación de las organizaciones, convirtiéndose así en un asunto esencial para las empresas.

En este sentido, encontramos que una amplia investigación y numerosos casos de éxito (y fracaso) han demostrado que estas nuevas tecnologías, eso sí, correctamente gestionadas y con los recursos adecuados, pueden desempeñar con éxito este rol creativo en la organización, potenciando la búsqueda y generación de ideas, es decir, aprovechando de forma más eficiente el potencial creativo disponible en cada uno de los empleados y con ello la capacidad creativa de la empresa, dando lugar a la generación de nuevos productos, servicios y modelos de negocio, afectando a la estrategia y herramientas competitivas de la organización, y a sus procesos organizativos y operativos, entre otros, permitiendo a las organizaciones adquirir un papel más activo, e incluso proactivo, frente a los cambios que se producen en el mercado como consecuencia del nuevo dinamismo que le caracteriza, fundamentado en gran medida, y a su vez, sobre estas nuevas tecnologías.

Es por ello que la gestión de estas nuevas tecnologías, y de la innovación basada en el desarrollo de su potencial, se ha convertido en una pieza clave sobre el despliegue de la estrategia global de una compañía, convirtiéndose en uno de los elementos que más directamente influyen sobre la consecución de sus objetivos de negocio, y con un papel fundamental en la determinación sobre lo que es y será de su futuro en un plazo no muy lejano.

Y me pregunto, ¿qué nos está pasando…?
Y si la teoría empresarial está tan clara –analistas e investigadores coinciden, tras sus exhaustivos estudios, con este nuevo paradigma empresarial–, empresarios y directivos afirman conocer y entender el nuevo modelo y sus implicaciones sobre el negocio y si, incluso, podemos considerar que ya no se trata de un objeto de debate, sino de nuestra nueva realidad… ¿qué es lo que nos está pasando? Según el Ranking Europeo de Innovación (EIS) que cada año publica la Comisión Europea, y cuyo ejemplar anual ha sido publicado el pasado 1 de febrero, ocupamos el puesto 18 entre los 27 países europeos analizados, muy por detrás de la media, y perdiendo una posición frente al año anterior. ¿Y dónde está el problema? A este respecto, se argumentan como principales razones la I+D privada, y que en nuestro país no se emprende. Por ello, no puedo evitar “dar más vueltas” a la raíz del problema en mi cabeza, y más concretamente al papel que tiene en el mismo nuestro tejido empresarial, y me vienen a la cabeza muchas preguntas… En primer lugar, y respecto a la propia empresa, ¿son conscientes las organizaciones, y concretamente sus puestos directivos, de que la gestión de la innovación es una actividad compleja, que requiere ser sistematizada y, por supuesto recursos, y que debe involucrar a todos sus empleados? ¿Y de la importancia que tiene que la cultura y el entorno de la empresa promuevan la innovación de forma activa, si quieren desarrollar la creatividad corporativa? ¿Y del papel que pueden tener las nuevas tecnologías como motor de innovación? 

Y más concretamente respecto al CIO, responsable de gestionar estas tecnologías, y con ello del desarrollo de la innovación basada en su incorporación al negocio… ¿Ha sabido evolucionar de su papel de experto en tecnología a su nueva función de identificar cómo ésta puede ayudar a conseguir los objetivos de la compañía? ¿Se ha acercado lo necesario a los procesos de negocio como para entenderlos, con su complejidad y volatilidad en algunos casos, con la dificultad de gestión que ello implica? ¿Y ha sabido desarrollar sus capacidades de liderazgo y gestión, especialmente necesarias en estos momentos tan difíciles? ¿Y conoce su capacidad creativa y como desarrollarla, así como la del resto de la organización? En definitiva, ¿entiende la importancia de su rol en este nuevo escenario y está preparado para asumirlo? ¿Y el resto del equipo directivo para apoyarle en esta función, y reconocerle su papel?

No voy a responder a cada pregunta, puesto que entiendo que, más allá de mi opinión personal al respecto, lo realmente importante es que cada uno de nosotros reflexionemos sobre ellas y sobre la respuesta que le daríamos a cada una, puesto que es así como nos haremos dueños de nuestras conclusiones y de los próximos pasos a dar para

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