Bibliotecarios

Donde la imaginación les lleve

Nunca como hoy ha sido más verdad la ficción de Borges. La biblioteca física, que él describió como un laberinto, es más real gracias a esa Babel que es Internet. Todos los libros, todas las lenguas, tienen cabida en ese mundo inabarcable, en el que toda presencia se multiplica hasta el infinito, con el inconveniente de la dispersión y la ventaja del acceso universal. Pero la herramienta que, sobre una misma infraestructura, permite de forma rápida y eficaz el acceso y la difusión de la información es, como suele decirse, sólo la tubería, no el agua que corre por ella. Es el continente, no el contenido, que sigue depositado en las bibliotecas, en las manos sabias de los bibliotecarios, a mayor gloria de los libros.

Todos los planteamientos sobre la sociedad de la información, sean ellos americanos o europeos, coinciden en que las bibliotecas, depositarias del mayor volumen de información acumulada históricamente, son una parte esencial de lo que se concibe como una compleja infraestructura de comunicación. Con la aparición de Internet, además, se ha disparado el volumen de las fuentes de información y así surge un nuevo problema al que deben enfrentarse las bibliotecas y los bibliotecarios: saber qué hay en las redes, seleccionar lo pertinente separándolo de lo inútil, analizar la calidad de lo existente, organizarlo de forma comprensible y ponerlo a disposición del usuario. Este es el reto.

Hacer de la necesidad virtud puede llegar a ser la única manera de salir de este atolladero. Marta Torres, directora de la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid (BUC), lo dice sin rodeos: "los bibliotecarios nos hemos lanzado a las nuevas tecnologias no por papanatismo sino porque nos facilitan el trabajo y nos permiten dar un mejor servicio a los lectores. En este momento, somos la vanguardia de la Universidad en aplicación de tecnología, siempre en colaboración con los servicios informáticos. En las bibliotecas, los informáticos han encontrado estructuras complejas y vivas, ideales para experimentar y desarrollar aplicaciones. Y los bibliotecarios, que somos especialistas en información, hemos sido los mejores interlocutores para los especialistas en las nuevas tecnologías".

Difundir, además de conservar

El uso masivo de Internet ha venido a abundar en una tendencia que ya se vislumbraba en el mundo anglosajón a finales del siglo XIX y que se afianza y extiende por el mundo a lo largo del siglo XX. Al concepto de la biblioteca como institución encargada de conservar un patrimonio cultural valiosísimo, predominante hasta entonces, se añade otro no menos importante, cual es el de difundir la información para convertir la biblioteca en un verdadero servicio público. "Claro que en una biblioteca como la Nacional," dice María Jaudenes, bibliotecaria y jefe de área de Coordinación Informática de la Biblioteca Nacional de España, "tenemos la obligación de conservar un patrimonio que es de todos, pero no es menos cierto que Internet está influyendo en el trabajo técnico y, sobre todo, en una mejor difusión de las actividades de la Biblioteca y en la diversificación de sus servicios. El correo electrónico y la facilidad de comunicación que conlleva, permite que el intercambio de correspondencia y de información entre diferentes instituciones se aligere mucho, como sucede con la gestión de adquisiciones. En una institución como la nuestra, en el momento en que se automatice el Depósito Legal, Internet va a suponer una simplificación de los trámites. Toda la información electrónica podrá ser aprovechada en los registros bibliográficos, y ahorrar así algunas de las labores de catalogación".

La diversificación de la oferta de catálogos y de otros recursos de información, que se encuentran fuera de los muros de una biblioteca, esa capacidad de llegar a un número cada vez mayor de fuentes, no va a beneficiar a toda la población. Por eso, la política de las instituciones bibliotecarias más avanzadas y mejor dotadas, pone el acento en el equipamiento y en la conexión de los centros, con un argumento incuestionable: la biblioteca es, de hecho, el entorno más neutral y democrático de aprendizaje que existe.

Hoy se habla mucho de bibliotecas digitales, electrónicas y virtuales. No son sinónimos, aún son escasas y, en el mejor de los casos, residen en algunas grandes universidades. Según dijeron a iWorld los responsables de la BUC, segunda biblioteca del país por fondos bibliográficos, por personal empleado y por número de usuarios, todas las bibliotecas universitarias españolas están en la red y con desarrollos propios en Internet. "Tenemos convenios de colaboración en aspectos tales como el desarrollo de colecciones, préstamo interbibliotecario, organización de estructuras, etc." dice Marta Torres, "y en los últimos años se han producido avances muy importantes en lo que se refiere a dotar a las bibliotecas de nuevas tecnologías, y eso se nota mucho. Nuestro límite para avanzar está en la propia institución: la biblioteca es su reflejo, para bien o para mal. En el debate, que ahora mismo está abierto, hay quien trata de buscar la rentabilidad de las bibliotecas, siendo un servicio público en el que es muy difícil medir tal concepto, llamado recuperación de costes en servicios de información. Internet es una nueva realidad, en la que, también, si hay restricciones a la tecnología en la prestación del servicio de las bibliotecas, éstas no podrán apoyar las tareas de docencia e investigación para colaborar en la transformación de la información en conocimiento, que es la misión de una biblioteca universitaria frente a la sociedad."

Desde los años 70, la introducción de las tecnologías en las bibliotecas ha evolucionado de tal manera que hay muy pocos servicios que no estén relacionados con aquéllas. Por eso, si las palabras de Marta Torres son preocupantes, qué no hemos de temer por aquellas pequeñas bibliotecas que langu

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