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'Locos divinos': ¿Qué tienen los 'superfounders' de los unicornios españoles que los llevan al éxito?

En su nuevo libro, el periodista Manuel López Torrents disecciona el camino de doce emprendedores que lograron convertir sus pequeñas startups en reconocidos unicornios. En entrevista con ComputerWorld, comenta cuáles son los ingredientes que todos estos fundadores tienen en común.

superhéroes
Foto de Yulia Matvienko (Unsplash).

Con solo 15 o 16 años, un joven castellonense sin estudios superiores se inserta en el mundo tecnológico español e impresiona a un ejecutivo de Google que lo lleva hasta Silicon Valley, donde termina creando una aplicación para colarse a fiestas privadas y que germinó en lo que hoy conocemos como una de las mayores plataformas de eventos. En plena crisis de las puntocom, dos hermanos y un amigo dejan sus trabajos serios y bien pagados para lanzar una plataforma que hoy se utiliza como sinónimo de portal inmobiliario. Un estudiante se lleva un disgusto al no poder pagar su matrícula de la universidad por un problema administrativo y decide crear una herramienta para pagos complejos que hoy cotiza en el Nasdaq. Un desempleado que, abatido por perderse oportunidades laborales que llegan solo del boca a boca, desarrolla una plataforma online de búsqueda de empleo que hoy tiene contratos con más de 1.300 empresas. 

Quizás las historias de sus inicios no son tan conocidas, pero las marcas FEVER, Idealista, Flywire y Jobandtalent sí resuenan en España. Son cuatro de las doce startups -Cabify, Glovo, Wallbox, eDreams, Devo, MasMóvil, TravelPerk y Domestika son las ocho restantes- que han logrado llegar al mítico nivel de unicornio en el país. Y en su nuevo libro ‘Superfounders de las grandes unicornio españolas, el periodista económico Manuel López Torrents las disecciona todas para llegar hasta su origen: sus fundadores.

¿Qué tienen en común estos míticos seres que, entre tantas empresas fallidas, han llevado a las suyas al éxito? “Sobre el papel el proceso emprendedor parece claro e incluso sencillo, pero es complicadísimo y está lleno de fases y, evidentemente, de problemas. Resulta todo un camino de espinas, empezando por que el emprendedor es un loco divino, un héroe, un genio, un iconoclasta, alguien que quiere dejar impronta en la vida, no pasar por ella”, dice López Torrents en su libro.

Estos son los ‘superfounders’, que gracias -o a pesar de- su tránsito por la fina línea que divide la genialidad de la locura, se han transformado en los superhéroes de nuestra era y cuyas historias indaga López Torrents, quien comparte sus conclusiones con ComputerWorld

 

"Ya se sabe que la división entre la locura y la genialidad es delgadísima"

 

Manuel López Torrents, periodista económico y autor del libro 'Superfounders de las grandes unicornio españolas'.

 

¿Qué ingredientes debería tener una startup para convertirse en unicornio?

Una startup es una idea que parte de cero, que parte siempre con un pequeño capital que se suele levantar a family and friends, lo que se conoce como el tradicional 'sablazo'. Cuando la empresa es una realidad, hay un primer capital semilla que pone el dinero en la expectativa, 'esto tiene buena pinta, vamos a poner un poco a ver qué pasa'. A partir de ahí, es la clave, la escalabilidad. Que un proyecto sea capaz de crecer, sea capaz de captar una masa crítica de clientes. Y para eso necesita una ronda de financiación pero con ciertos visos de realidad. Entonces es ahí cuando empiezan las cifras de vértigo, de 10 millones de euros, 'oye, esto funciona muy bien, hay que poner 50, hay que poner 200' y es cuando se empiezan a alcanzar cifras de unicornio. A veces pueden ser por alguna operación que permite unos múltiplos de valoración de la compañía en esas cifras, o incluso que ya salen a bolsa o se hace una venta.

 

Comentas que hay que tener ojo cuando los inversores se meten en un proyecto y empiezan a pensar más en agradar al mercado que en el modelo de negocio, tecnología o solución que estén desarrollando...

Eso suele ocurrir cuando empiezan a pesar más los inversores financieros que los desarrolladores del proyecto. Ese es un problema que ocurre siempre, que hay que gestionar y sobre el que no hay un manual al uso. Es decir, cuando un emprendedor o inventor lanza una idea y tiene éxito y empieza a entrar el dinero, eso está muy bien, le permite hacer más cosas, pero a su vez, el dinero empieza a mandar y se constituye casi siempre en un consejo de administración, empiezan a opinar y el dinero tiene prisa por obtener retorno. Mientras tanto, el inventor o emprendedor lo que quiere es hacer un proyecto mejor y perfeccionarlo. Eso requiere una habilidad. Hay algún fondo que dice 'yo meto dinero, pero no ejecuto la autoridad política del capital hasta el final’, de tal manera que garantiza la gestión en manos del emprendedor. Pero no es lo habitual. Es más, en muchos casos, si no es en la mayoría, cuando ya el proyecto es una realidad, el emprendedor se marcha, porque dice 'yo lo que quería era crear esto, ya es una realidad, ya ha captado el interés del mercado, pero si ahora se trata simplemente de hacerlo crecer, aquí yo ya me salgo'.

 

¿Es la Generación Z el futuro (o presente) del sector startupero? ¿Por qué?

Es una realidad, es gente que ya no es que sea digital, es que ya es absolutamente multimedia, redes sociales, tiene una visión del mundo muy distinta a la nuestra. Como se dice en economía, que hay productividad buena y productividad mala, pueden ser 'empanaos', los típicos que que sólo están pendientes de las redes, del TikTok y cosas de éstas, o pueden ser el tipo de gente que traen un nuevo paradigma, que quieren hacer cosas nuevas, que contemplan la sociedad y la economía de una manera muy distinta, y es así cómo han surgido este tipo de aplicaciones que no nos imaginábamos. Creo que tienen un reto por delante, que es darse un baño científico, que consigan alguna formación académica científico-matemática y con esta nueva visión son capaces de impulsar la economía mucho más, porque seguramente tendrá una visión para los avances tecnológicos que los que nacimos antes de internet no nos acercamos ni a contemplar. 

 

"Suele ocurrir que empiezan a pesar más los inversores financieros que los desarrolladores del proyecto. Ese es un problema que ocurre siempre y sobre el que no hay un manual al uso"

 

 

En tu libro hablas de lo idealizado que se tiene al fracaso. ¿Es necesario fracasar para ser exitoso?

Va por culturas. Que se respete el fracaso, eso ocurre en Estados Unidos, donde para creerte de verdad un triunfador hay que tener un cierto historial de fracasos, que es una hoja de presentación. 'Este ha intentado un montón de cosas, no le han salido, no pasa nada, eso significa que es una persona echada para adelante, y ahora pues sí, por fin ha metido el gol por las cuadras y hay que reconocerle el triunfo'. Y además, con todo el grado de retorno económico y reconocimiento que sea preciso.

En España eso es muy complicado, el fracaso es un estigma, no te lo quitas de encima. Pero si incluso ser emprendedor tiene un carácter de bohemio, de vago, que a día de hoy es un reto. Yo siempre digo que si un hijo le dice a un padre que quiere ser emprendedor en lugar de sacar una oposición en una empresa pública o por lo menos en una gran empresa, pues le da un disgusto al padre. Eso es un reto sociológico que tenemos que afrontar.

 

Cuentas la historia de 12 ‘superfounders’ españoles. Destaca los casos que te parecieron especialmente llamativos.

Me pones en un compromiso, pero yo siempre digo que hay una que es un cañón, que es Wallbox, que son los cargadores inteligentes, los puntos de recarga para el automóvil y para los edificios. Es una empresa española, fundada por dos tíos de Barcelona que trabajaron en Tesla y dejaron Tesla para desarrollar su proyecto. Esta empresa cotiza en la Bolsa de Nueva York ya. Iberdrola ha comprado un 15%, ha olfateado en el acto y ha entrado. Y cuando llegue de verdad la electrificación, que se supone que es el siguiente paso dentro de la transformación energética que tiene que experimentar la economía española, tiene que ser una de las empresas triunfadoras del futuro, porque todavía queda mucho por hacer en términos de electrificación de vehículos, de edificios.

El caso de Pep Gómez que con 14 o 16 años ya está emprendiendo y se va a Silicon Valley casi a la aventura, es un caso muy digno de contar. O de Devo, de una empresa de un ex informático de Bankinter que veía que había muchas cosas que hacer en ciberseguridad y la nube y deja su puesto de trabajo muy cómodo en una empresa Ibex para montarlo. O Flyware, la empresa de pagos para el sector académico que cotiza en el Nasdaq. Son unos casos un poco desconocidos, pero muy interesantes. En el libro yo separo cuatro o cinco marcas que son muy conocidas, que incluso se han hecho con el dominio del sector, como Idealista, Cabify o Glovo. Dicen 'voy a poner mi piso en Idealista' o 'voy a pedir un Cabify'. Ese poder de marca es muy importante y eso lo han conseguido algunas empresas startups, pero hay otras como Wallbox que, dentro de no mucho, seguro que la gente dirá 'voy a instalar un Wallbox en casa'. Puede ser otro caso de éxito similar y puede haber otras tres o cuatro empresas que el día de mañana también se hagan con el sector. 

 

"Te aseguro que no es como en las películas que dicen 'corre y persigue tus sueños'. (Emprender) tiene un coste y ese riesgo lo asumieron con una normalidad que a mí me maravilla"

 

 

¿Qué características crees que tienen los ‘superfounders’ que fueron clave para el ascenso de sus emprendimientos?

Yo lo que he visto en común, no sé si llamarlo desprecio porque me parece una palabra muy fuerte, quizás desapego por los convencionalismos sociales. Es decir, el convencionalismo social nos marca que hay que estudiar, hacer una buena carrera, incluso si puedes, haz un posgrado o máster, para que luego te seleccionen y tengas un buen trabajo y entres lo más arriba posible en las empresas y ganes mucho dinero. Sobre todo pensando en el empleo por cuenta ajena. El que es autónomo lo hace o por tradición familiar o porque no ha tenido más remedio. A estas personas, eso les da igual. Te estaba contando de un chaval que con solo 16 años montó solo un emprendimiento, otro estaba en Tesla en Ámsterdam en el momento más cool de la compañía, yo no sé qué dineral podía estar ganando y prefirió irse a desarrollar sus propios cargadores. Ése es un poco el paradigma de todos. Antes hemos hablado de Pedro Castillo que estaba en Bankinter y lo dejó para hacer su empresa. En algunos casos les costó tiempo sacarlo adelante. Pues es un desapego por los convencionalismos sociales a favor de sacar su proyecto, y eso enlaza con lo que te decía antes, tiene un coste personal complicado, porque estas personas tienen parejas, tienen familia, y no es fácil decir en tu entorno 'dejo mi empleo seguro para sacar mi proyecto personal'. Te aseguro que no es como en las películas que dicen 'corre y persigue tus sueños'. No, eso tiene un coste, porque las facturas quién las paga y ahora hay que pasar penalidades. Es muy complicado, y ese riesgo estas personas lo asumieron con una normalidad que a mí me maravilla y que he encontrado en común en todas ellas.

 

¿Son locos o genios? ¿O ambas?

Son locos divinos, me recuerda un poco a la canción de Serrat, los 'locos bajitos', que son los niños. Pues los locos divinos son la gente que, por perseguir un sueño, tiene un punto de locura, de locura genial, que ya se sabe que la división entre la locura y la genialidad es delgadísima. Muchas veces depende de un éxito que es fruto de la casualidad o de estar en el momento adecuado, porque también hay proyectos muy buenos que han fracasado simplemente porque salieron un poco antes o no exactamente en el sitio donde tenía que estar, siendo la idea muy buena. Ellos lo han conseguido y tiene un punto de genialidad y de locura.



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Fernando Rubio Román, CTO de Microsoft España. TECNOLOGÍA
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