Hablemos de outsourcing

La empresa EDS (Electronic Data Systems) ha firmado recientemente dos contratos de outsourcing que por su significación merecen considerarse singularmente. El firmado con el Ministerio de Hacienda británico contempla el proyecto de diseño e instalación de un nuevo sistema informático de gestión recaudatoria -por un período de diez años y un presupuesto de 210.000 millones de pesetas- y la integración en EDS de unas 2.000 personas del citado Departamento que venían trabajando en entornos informáticos. El otro acuerdo -también por diez años de duración y un montante económico de 435.000 millones de pesetas- responsabiliza a EDS de la gestión de la red mundial de ordenadores y telecomunicaciones de Xerox y, asimismo, implica la absorción de 1.700 de sus empleados. Con estos contratos de outsourcing, el ministerio británico persigue mejoras en su gestión, al mismo tiempo que se ha estimado una reducción de costes en Tecnologías de la Información en un abanico del 15 al 20 por ciento, mientras que la multinacional Xerox considera el hecho como un paso importante en la construcción de su estrategia para mejorar la productividad y posibilitar la máxima concentración en su actividad básica.

La constatación de que el outsourcing se practica con prodigalidad y eficacia en otros países, ¿servirá de atrayente estímulo para que en nuestro país se tome con más consideración? Hace tiempo que venimos escuchando que el despegue del outsourcing en España está próximo, pero la elocuencia de los números consagra y, en este caso, no parece que, justificadamente, existan sobrados motivos para mostrarse exultante por la cadena de éxitos obtenida. La culpa, si alguien la tiene, desde luego no es del usuario, siempre atento y receptivo a sugerencias ilusionantes y atisbos precisos de mejoras de rendimiento. Entre nosotros, la ausencia aparente de empuje por parte de los outsourcer puede ser debida a un excesivo conformismo con los resultados que obtienen, o a una cicatería a ultranza que les lleva a confiar sus conquistas a la estricta y limitada entrevista personal con el potencial cliente. Si así les va bien y colma sus ambiciones ¿para qué invertir más tiempo y dinero en multiplicar sus mensajes para ampliar y captar mayor número de simpatizantes?

La decisión tomada en el Ministerio de Hacienda británico, se enmarca en un plan del Gobierno tendente a privatizar la gestión de distintos departamentos de organismos públicos. Esta actitud, meditada, estudiada y cuantificada -acorde con el talante y tradicional costumbre de ese país- evidencia que están convencidos de la rentabilidad y seguridad del paso dado. ¿Aprovecharán los outsourcer españoles esta magnífica referencia para abordar con intensidad nuestro Sector Público? Estamos en crisis, con recortes presupuestarios continuados y con necesidad de avanzar, porque quedarse parado ya es retroceder. Esta situación parece pintiparada para que los outsourcer acrecienten sus esfuerzos con la intención de mentalizar, cautivar y ofertar ventajas incuestionables que les permitan penetrar en el ámbito de las Administraciones Públicas para, una vez situadas, mostrar ininterrumpidamente el escaparate de su buen hacer procurando multiplicar sus adeptos. Además, los contratos de outsourcing, por su larga duración, son una garantía de tranquilidad para las cuentas de resultados de las empresas.

El panorama para la intervención de los outsourcer ha mejorado notablemente en nuestro país, por las mayores facilidades en el campo laboral para consumar el pase de empleados de una empresa a otra, y por la atemperación de los sueldos de los informáticos a la realidad del mercado. Con estos ingredientes, y la sabia difusión entre los usuarios de la rentabilidad de un servicio de outsourcing que no colisiona con los derechos y seguridad de trabajo de los informáticos, es posible convencer al director general de la empresa, al director financiero y hasta el responsable del sistema de información.



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