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La vigencia de la ley de Moore, en entredicho

Los límites tecnológicos y la crisis, principales obstáculos

La ley de Moore, premisa formulada por Gordon Moore antes de convertirse en cofundador del fabricante de chips, Intel, y que predica un crecimiento exponencial del rendimiento de los microprocesadores, puede no ser infinita, tal y como parecía. Mientras su autor asegura que su vigencia se extenderá al menos diez años más, algunas voces auguran su próxima desaparición debido a los límites tecnológicos y los efectos de la crisis en la inversión en innovación.

La ley que ha regido el progreso de la electrónica y la computación desde que fuera formulada en 1965 por Gordon Moore, por aquel entonces presidente de la start-up Fairchild Semiconductor y tres años después cofundador de Intel, hoy uno de los mayores fabricantes de procesadores, puede llegar a su fin. Después de cuarenta años de vigencia, esta premisa, que predica un crecimiento exponencial de la densidad y el rendimiento de los chips, se puede enfrentar a su desaparición debido, principalmente, a límites tecnológicos y a los efectos de la crisis en lo que concierne a la inversión de la innovación en las empresas, cada vez más reducida.
Los primeros hándicaps tecnológicos se refieren al descubrimiento realizado por el científico Laszlo Kish, de la Universidad A&M de Texas. Éste, a finales del pasado año, reveló que al incrementar aún más la densidad de los procesadores también lo hará el denominado ‘ruido térmico’, una consecuencia que puede ser decisiva para que la ley de Moore se deje de cumplir dentro de unos seis años. Sin embargo, el verdadero problema parece derivarse del segundo aspecto: la crisis de la economía en general y del sector tecnológico en particular. Como señala Jaime García Cantero, director de Análisis de IDC España, “el verdadero enemigo de la ley de Moore va mucho más allá del ‘ruido térmico’ y los problemas derivados de la física, pues las limitaciones técnicas se pueden superar. La ley de Moore es un justificante de la evolución tecnológica y de cómo evolucionan los precios de este mercado y si no se cumple es que estamos ante el primer síntoma de que la tecnología empieza a no poder mantener el ritmo de crecimiento que tenía hasta ahora y, en este sentido, la crisis ha tenido mucho que ver”. Asimismo, García Cantero apunta que lo que preocupa a los usuarios ya no es el procesador en sí y su velocidad, sino las aplicaciones que están por encima y si les merece la pena seguir invirtiendo en mejorar la capacidad de sus chips para aumentar las prestaciones de las aplicaciones: “Es probable que la ley de Moo­re se mantenga durante los próximos diez años, pero lo que preocupa a los usuarios es la inversión que tienen que realizar en la evolución de los procesadores para sostener las nuevas aplicaciones y la utilidad de estas últimas que son, especialmente, tecnologías de inteligencia artificial (que permiten la automatización de procesos, la auto-reparación, etc.) y de reconocimiento del habla, entre otras”.
De la misma opinión es Juan Ignacio Esteban, director de producto y soluciones de PC de IBM España y Portugal, que puntualiza que mientras lo que antes importaba a los usuarios de los PCs era la capacidad de su procesador y la velocidad de éste, ahora se ha producido un cambio radical. A los usuarios les da igual esta velocidad, pues les importan las aplicaciones que puedan realizar y ya no hay tanta diferencia entre lo que permite hacer un procesador lanzado hace un año que lo que posibilita uno lanzado ahora. “La ley de Moore sufrirá una metamorfosis –asegura Esteban– y dejará de importar la velocidad de los procesadores, que se seguirá duplicando, para acaparan la atención los servicios y aplicaciones que permitirán ejecutar los equipos. El hecho de que éstos dispongan de sistemas de auto-reparación, de una batería de alta duración, de un peso mucho más bajo..., es más importante que la velocidad del procesador y este valor añadido lo ponemos los fabricantes, pues la oferta de Intel se está estandarizando cada vez más”.

La visión de Intel
¿Qué opina Intel de esta polémica? Antonio Albarrán, director de tecnología de Intel Iberia, señala que “la ley de Moore, que asegura que el número de transistores que cabe en una oblea de silicio se doblará cada dos años, lo que permite que éstos sean más pequeños, rápidos y con una frecuencia mayor, se sigue y seguirá cumpliendo a lo largo de esta década. Este es nuestro compromiso y por eso estamos invirtiendo unos 4.000 millones de dólares anuales en Investigación y Desarrollo, pues lo importante es que, además, sigan surgiendo tecnologías que permitan mejorar el rendimiento de los procesadores. En este sentido, en Intel hemos desarrollado la tecnología hyperthreading o multihilo que permite que si un equipo tiene un procesador Pentium 4, el sistema operativo actúe como si tuviera dos, aumentando así su rendimiento y tiempo de respuesta”.
Por otro lado, Albarrán destaca otras novedades como buses de sistema cada vez más rápidos (a 800 megaherzios) para que la conexión del procesador con los otros elementos sea más rápida, y discos Serial ATA que suplantan a los bus de los discos en paralelo y que disponen de más velocidad y ancho de banda. “Como tendencias en el ámbito de los microprocesadores podemos destacar el lanzamiento en breve de una nueva tecnología de proceso de fabricación en 90 nanómetros (actualmente se fabrica en 0,13 micras) sumergiéndonos así en el campo de la nanotecnología, es decir, en tamaños propios de partículas del ADN. El primer procesador que Intel desarrollará con el proceso de los 90 nanómetros es el denominado Prescott. También estamos desarrollando otras técnicas de fabricación basadas en el uso del silicio tensionado para que la corriente fluya mejor y en el de técnicas de litografía (se sustituye el uso de las técnicas del uso de luces ultravioleta por el de stream ultravioleta)”.


Chips más pequeños, rápidos y asequibles
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La ley de Moore nació en 1965 cuando Gordon Moore, su creador, explicó su teoría en una entrevista realizada para la revista Electronics cuando aún era director general de la start up de procesadores Fairchild Semiconductor. Según ésta, el número de transistores por pulgada en circuitos integrados se duplicaba cada año. Más tarde, el autor cambió su ley asegurando que la densidad de los datos se doblaría cada 18 meses. La consecuencia directa de esta premisa es que mientras la velocidad del procesador aumenta, su tamaño y su precio disminuye.

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