Unión Europea
Tecnología

Soberanía digital, la última batalla europea

En los últimos 30 años Europa ha perdido posiciones en la industria tecnológica quedando relegada a un mero consumidor de los productos y servicios que se crean, fundamentalmente, en Estados Unidos y China. Ahora, bajo el mantra de la “soberanía digital”, la UE aspira a tener su propia voz, abastecerse con recursos propios y establecer sus normas. Los datos, la tecnología y las infraestructuras son las bases del plan. ¿Funcionará?

Unión Europea, bandera
Créditos: Christian Lue (Unsplash).

No hace tanto tiempo, en la década de los 90, Europa brillaba con luz propia en tecnologías que estaban llamadas a cambiar el mundo, como la emergente telefonía móvil (con compañías pioneras como Nokia o Ericsson) o el mercado de PC. Contaba, además, con un porcentaje nada desdeñable del 30% en la capacidad de fabricación de chips —sí, esa tecnología hoy prácticamente dominada por el mercado asiático que durante la pandemia ha experimentado tantos problemas de suministro, lastrando mercados como el de los automóviles—. Sin embargo, en la actualidad, como recuerda Andrés Ortega, Investigador senior asociado del Real Instituto Elcano, fabrica menos de un 10% de los chips a nivel global y apenas aspira a aumentar este ratio a un 20% a finales de esta década, importa casi todos los terminales móviles, ha quedado retrasada en telefonía 4G y es dependiente de jugadores externos en materia de 5G y tiene una alta dependencia de las grandes plataformas digitales estadounidenses e incluso chinas (como Amazon o Google y Alibaba).

Europa se ha dormido y ahora vemos claramente que la Estrategia de Lisboa que la UE aprobó en 2000, con la que pretendía hacer una revolución tecnológica, no ha funcionado, sobre todo porque este plan se quedó solo en una mera orientación a los países miembro pero sin aportar medios ni recursos y sin establecer tampoco una obligación para conseguir las metas”, explica el experto, para quien el gran problema europeo es su incapacidad de trasladar las ideas al mercado.

Para el académico Xavier Ferràs, profesor de operaciones, innovación y ciencia de datos en la escuela de negocios Esade, la parálisis tecnológica europea se remonta mucho más atrás: a finales de la segunda guerra mundial. “Fue entonces cuando renunció a una estrategia tecnológica propia, confiando en su alianza con Estados Unidos. Los flujos de tecnologías disruptivas (microprocesadores, ordenadores, internet, inteligencia artificial) llegaban de allí y jamás pensamos que este modelo pudiera entrar en crisis”.

El profesor apunta que solo algunos países (como Alemania y los nórdicos) han desarrollado estrategias industriales propias, “pero no al nivel de Estados Unidos”. Europa, añade, “ha sido un continente ingenuo: pensábamos que las tecnologías disruptivas, de impacto estratégico, aparecían espontáneamente en Estados Unidos porque allí eran más emprendedores y existían mejores centros de investigación. No era solo eso: Estados Unidos jamás ha renunciado al liderazgo económico y a su influencia geopolítica en base a la innovación y al desarrollo tecnológico. La industria tecnológica americana se explica en base a los grandes esfuerzos públicos durante la era espacial, o por razones de seguridad. Y, mientras los economistas americanos exportaban ideología neoliberal y nos decían que no hiciéramos política industrial o tecnológica, sus ingenieros enviaban cohetes a la luna y desarrollaban tecnologías estratégicas en cooperación con su industria tecnológica. Ahora nos damos cuenta de que Asia también ha desplegado potentísimas políticas tecnológicas. Emergen Corea del Sur, Taiwán, Singapur, y ahora China. Y Europa ha estado 70 años despistada”.

“El debate en torno a la competición tecnológica entre continentes es pertinente, dada la trascendencia geopolítica y estratégica que juegan las industrias tecnológica y digital —expone Víctor Calvo-Sotelo, director general de DigitalES, una de las grandes patronales del sector TIC en España—; sin embargo, no debe confundirse la sana rivalidad empresarial, beneficiosa para los consumidores, con la tentación de un proteccionismo económico que tendría el efecto contrario. Nuestros países y continentes necesitan una aproximación abierta a las innovaciones e inversiones que provengan del exterior”. 

Para Calvo-Sotelo, Europa sí ha ganado una de las batallas tecnológicas: “La de los valores”. El directivo, que fue secretario de Estado de Telecomunicaciones en uno de los gobiernos de Mariano Rajoy (PP), recuerda que durante los últimos años Europa ha marcado la orientación y los límites regulatorios para una digitalización justa y confiable. “Normas y valores que, con el tiempo, han asumido también otros territorios. Velar por el impacto social de la transformación digital no es asunto baladí y puede erigirse, de hecho, en una importante ventaja competitiva global”. 

Aun así, reconoce que Europa cuenta con menor cantidad de gigantes tecnológicos que EEUU o China. “Una actualización de las políticas de Competencia de la Unión Europea, más acordes con el nuevo entorno interconectado, ayudaría a que las empresas nacidas en Europa ganen mayor escala y competitividad”. Desde DigitalES, resalta, abogan por una aceleración de todos los trabajos encaminados a la creación de un verdadero Mercado Único Digital. “Desde nuestro punto de vista, el futuro digital de España está supeditado al éxito de estos esfuerzos a nivel comunitario”, añade.

 
 


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