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Inteligencia artificial

La singularidad en la inteligencia artificial: ¿una realidad latente u otra historia de ciencia ficción?

La inteligencia artificial ya no es cuestión de especulaciones ni ciencia ficción, se trata de una realidad que evoluciona de forma exponencial y que en muy poco tiempo habrá modificado la forma de vivir.

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A día de hoy hay tres conceptos que protagonizan la mayoría de los artículos tecnológicos: el Internet de las cosas (IoT), blockchain e inteligencia artificial (IA). Desde luego, los tres vértices del triángulo que enmarca el futuro de la tecnología, un futuro en el que nuestras vidas serán radicalmente distintas, tanto, que seguramente no leerás este artículo, pues los conocimientos estarán embebidos en bases de datos a las que nuestro cerebro tendrá acceso  y las conversaciones podrán transmitirse por “telepatía” o algo similar. Seguramente pienses que esto es ciencia ficción, pero lo cierto es que es algo tecnológicamente posible a día de hoy. Vamos a analizar un poco más ese marco del futuro.

El IoT es el vértice de la conectividad global para los objetos inanimados. Cuando Internet llegó a nuestros hogares sólo estaba en los computadores, poco a poco se instaló también en nuestros teléfonos, esos que ahora llamamos inteligentes; de allí a nuestros televisores, ahora, también inteligentes; luego a los relojes, coches, electrodomésticos… así, cada día aparece un nuevo objeto inanimado con “inteligencia”, dada, cómo no,  por su conectividad a la red de redes… y su capacidad de comunicación con otros “entes inteligentes”. Lo cierto es que esa carrera avasallante por la conectividad global, completa y absoluta nos llevará a albergar dentro de nuestro propio cuerpo un chip, o algo parecido, que nos dará el calificativo de “inteligentes”, que nos digitalizará, permitiéndonos así la comunicación con los demás objetos inanimados “inteligentes”. En otras palabras, podremos ser parte de ese mundo (paralelo) digitalizado e hiperconectado en el que viviremos.

Por su parte, el vértice de la tecnología blockchain, junto con sus ‘Smart Contracts’, aportará el soporte necesario para que el intercambio y resguardo de datos sea seguro, fiable e inalterable. Sin lugar a dudas es una tecnología que ha llegado para quedarse y cuyo potencial es algo que aún se desconoce con exactitud, sólo se sabe con certeza que es tan grande como disruptivo. Desde luego un soporte vital para hacer que el IoT y la IA evolucionen y se implanten en la sociedad.

Ahora bien, el tercer vértice, la IA, es al que le dedicaremos en este artículo el foco de atención, por dos razones; primero, es lo que se ha requerido a quien esto escribe por parte de la coordinación de la revista, y segundo y más importante, es la verdadera esencia de la singularidad tecnológica que estamos empezando a experimentar. La IA es la razón de la disrupción.

En este sentido, lo primero es dejar claro qué es realmente la IA. Si fuese posible definir lo que es inteligencia, pues al tratarse de un concepto polisémico no existe una definición única y aceptada por toda la comunidad científica, entonces diríamos que la IA es la inteligencia desarrollada con máquinas. Sin embargo, la imposibilidad de medir la inteligencia, ya que es algo “vivo” que evoluciona y cambia con el tiempo, unido a la ya mencionada característica polisémica del concepto, hace que su definición sea realmente difícil. En cualquier caso, es posible afirmar que se hace IA cuando se construyen o desarrollan sistemas informáticos que tienen la capacidad de aprender, decidir y “entender”. En otras palabras, seguramente decir que la IA es la ciencia capaz de hacer un uso inteligente de dispositivos faltos de inteligencia o mentecatos, es, cuanto menos, acertado.

 

"La inteligencia artificial es la razón de la disrupción"

 

Dicho lo anterior, ahora cabe establecer lo que significa la singularidad. Como término quiere decir un acontecimiento único con profundas implicaciones. Concretamente, la singularidad tecnológica se refiere al hecho de que una máquina y/o software (computador, red informática, robot, programa, etc.) tenga la capacidad de aprender, razonar, tomar decisiones por sí misma, además de forma recurrente y organizada; es ese punto de inflexión en el que la inteligencia artificial alcanza a la inteligencia humana y a continuación, la supera. Son muchos los autores que han hablado de singularidad tecnológica, no obstante el primero de ellos fue el marqués de Condorcet en 1794, a partir de allí, personajes diversos, entre ellos, Alan Turing y  Von Neumann hicieron uso del término. Actualmente uno de sus defensores más conspicuos es Kurzweill, quien afirma que ese punto de inflexión, que dará paso a lo que define como la era post-humana, será en 2045. Igualmente afirma que para el año 2029, como muy tarde, seremos capaces de pasar el test de Turing, lo que, indudablemente, marcaría un antes y un después para la IA.

De hecho ya hay autores que afirman que ese antes y después para la IA ha empezado. Hacen referencia a la creación del AlphaGo y sus “logros” como el primer peldaño de esa escalera a la singularidad tecnológica completa. El AlphaGo  es un programa desarrollado por Google DeepMind que en el 2016 consiguió ganar a varios jugadores profesionales de GO, una especie de ajedrez oriental cuya complejidad es extremadamente alta y que se ha considerado siempre un hito a superar en lo que a Inteligencia Artificial se refiere. Pero no sólo eso, sino que en octubre del 2017, sus creadores anunciaron, a través de un artículo en Nature, la evolución del mismo al AlphaGo Zero. Se trata de un  programa que aprende de sí mismo. Simplemente se le han “dado” las normas básicas del juego y desde cero, y tras cinco millones de jugadas contra sí misma, logró ganar a su antecesor el AlphaGo. Por cierto, destacar que el tiempo de aprendizaje de esta última versión fue de sólo 3 días, mientras que la versión de 2016 necesitó meses de entrenamiento y 30 millones de jugadas.

 

"El hecho de que ya exista, al menos, un artilugio inerte que es capaz de aprender por sí mismo y superar incluso las fronteras de la inteligencia humana es una señal ineludible de que la IA está en su mejor momento".

 

Ahora bien, hay un hecho interesante en todo esto. Después de crear AlphaGo Zero, los investigadores decidieron experimentar y en una versión sin entrenamiento de este programa incluyeron además de las normas básicas del juego, un repositorio de las mejores estrategias humanas para usarlo de base en el aprendizaje autónomo de la máquina. Sorprendentemente, la máquina sin entrenamiento con conocimiento humano superó a la que sí lo tenía en menos de 24 horas. Este descubrimiento abre la puerta a numerosas cuestiones, pues demuestra que los límites de la inteligencia humana son mucho más reducidos que los de la Inteligencia Artificial, que no se centra en ganar sino en hacerlo de la mejor forma posible.

En cualquier caso, el hecho de que ya exista, al menos, un artilugio inerte que es capaz de aprender por sí mismo y superar incluso las fronteras de la inteligencia humana es una señal ineludible de que la IA está en su mejor momento y que la carrera hacia la singularidad acaba de empezar. Ya no se trata de especulaciones ni ciencia ficción, se trata de una realidad que evoluciona de forma exponencial y que en muy poco tiempo habrá modificado la forma de vivir e incluso, y muy probablemente, el tiempo que vivimos y en qué condiciones lo hacemos.

Ahora el foco de la cuestión se centra en el marco legal y ético que permitirá controlar y regular el uso de estas tecnologías, así como establecer las responsabilidades de los usuarios, de los creadores y de los afectados por el uso de las mismas y las consecuencias que se deriven de las decisiones que las máquinas inteligentes tomen por sí mismas. Es realmente aquí donde se encuentra el principal problema actual del avance de la IA, el IoT y el blockchain.

 

La autora de este artículo es María Aurora Martínez, doctora informática y profesora del departamento de ingeniería de UDIMA. 



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