Etica profesional.

Cuando el español José Ignacio López de Arriortúa estaba a punto de ser ascendido en General Motors, tomó la decisión de aceptar la oferta de ponerse al frente de Wolkswagen, trasladándose a la sede central de la empresa en Alemania. Como en la fase anterior a su estancia en Detroit con General Motors, Arriortúa había dirigido con gran éxito la subsidiaria de ésta en Europa -Opel- su retorno a otra sede alemana ha levantado la consiguiente polvareda entre quienes temen efectos contraproducentes. El paladín de este sentimiento de inquietud es el presidente de Opel, que ha exigido a Arriortúa la confirmación, por escrito, de que ha respetado sus previas obligaciones contractuales concernientes a información propietaria, y que no se ha llevado a Wolkswagen ningún documento perteneciente a los planes presentes o futuros de su antigua empresa. Asimismo, el Tribunal Territorial de Francfort, ha dictado una disposición transitoria por la que prohíbe a Volkswagen toda acción de reclutar, o intentar reclutar, a empleados de Opel o de su casa matriz General Motors. La problemática situación que anida en estos momentos en dos empresas alemanas porque un alto directivo abandona una de ellas y se pasa a la otra, fuerte competidora, ni es un caso atípico, ni ha producido estupor en nuestro sector. Ocurre, en el mundo informático, con más frecuencia de la deseable.

La casuística por la que una persona se siente atraída a dejar su empresa y pasarse a la competencia es diversa y rica en matices. En la gran mayoría de los casos, los cambios de producen con normalidad sin despertar recelos ni sospechas. Lo que solivianta y exaspera a los que se sienten damnificados, es que la ortodoxia en las relaciones entre competidores resulte hecha pedazos por comportamientos espúrios. Sienta mal, evidentemente, que aisladamente o en pequeños grupos, paulatinamente o de golpe, esporádicamente o de manera persistente, a una firma la vayan restando sus efectivos humanos y otra crezca en la misma proporción. Las que menos pagan, u ofrezcan menores atractivos de futuro, tienen que resignarse a servir de nodriza de quienes ofrecen mayores posibilidades de promoción e incentivos con más gancho. No es fácil aceptar la realidad, pero se resignan porque no tienen medios para frenar el justificado éxodo. Pero lo que rompe la tranquilidad, es que se fiche a un alto cargo con el fin, premeditado, de causar graves trastornos al rival y, además, se le convenza sutilmente para que aporte información con la que se pueda erosionar contundentemente la capacidad de negocio de la casa que deja.

Lo que no se puede pretender es que, cuando un directivo muda de logotipo, tenga que someterse a un tratamiento específico para que olvide datos, experiencias y amigos. Se le paga por trabajar, pero es imposible comprar su silencio. Al cambiar de empresa, el buen directivo hará y dirá lo que estime oportuno de acuerdo con un principio básico: ética profesional. Más que suficiente.



Forma parte de nuestra comunidad

 

¿Te interesan nuestras conferencias?

 

 
Cobertura de nuestros encuentros
 
 
 
 
Lee aquí nuestra revista de canal

DealerWorld Digital