La nube que habitamos

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Desde luego, éste es el año de la nube. Todo el mundo habla de cloud y pese al ruido distorsionador del marketing soy de los que creo que la nube está aquí para quedarse. Además, no como un futuro prometedor, sino como un presente que estamos ya empezando a experimentar en nuestras organizaciones pero que llevamos tiempo utilizando en nuestras casas.
Y es que hoy todos habitamos la nube. Hace mucho tiempo que en nuestras casas, en nuestros ordenadores estamos usando servicios cloud. Ya no tenemos el álbum de fotos en el cajón sino en Flickr o colgado en nuestra red social favorita (para una generación de jóvenes la memoria fotográfica de su adolescencia no estará en papel sino en, y sólo en, la red) no escuchamos discos (pese a quien pese) sino que disfrutamos la música que nos gusta en Spotify, cada vez tenemos menos tarjetas pero mantenemos nuestros contactos en Linkedin. Todos estos servicios como muchos otros (Gmail, Youtube, etc.) se basan en la nube y ahora llega el momento de que nuestras organizaciones privadas o públicas empiecen también a trabajar en este entorno.
La evolución hacia cloud de las organizaciones parece imparable y no por razones técnicas sino porque algunas de las premisas de los servicios en la nube encajan a la perfección con las macrotendencias que están transformando el entorno. Trataré de resumir a continuación algunas de estas tendencias y su encaje con la propuesta de los servicios en la nube.

La información es un flujo
Manuel Castells en su imprescindible La sociedad red, explicaba ya el espacio de flujos que la información define. La información no es hoy un activo a almacenar sino un flujo a optimizar. No se trata de cuánta información tienes sino de cuánta eres capaz de tener: la información se mueve y son sus flujos los que definen las relaciones entre personas, organizaciones, incluso estados. En un entorno en el que es innegable que la información como flujo se debe gestionar como un servicio y no como un activo parece que tiene sentido que los sistemas y tecnologías que utilizamos para su gestión (las TIC) sean igualmente concebidas como un servicio. El cloud computing es el cambio definitivo hacia las Tecnologías de la Información entendidas como servicio, un cambio de paradigma que va a dejar aún más claro, algo que siempre fue cierto en el par “Tecnologías de la Información” lo realmente importante es la Información. A Partir de hoy TI se escribirá con una I muy, muy grande.

La Tierra es plana y los servicios “location agnostic”
Como explicaba Thomas Friedman en su conocidísimo libro, la Tierra es plana y esto va un paso más allá de la globalización como la entendíamos. Estamos en un mundo en el que a nivel organizativo es completamente insignificante donde te encuentres, la prestación de servicios se hace así completamente agnóstica respecto al lugar. No es que el señor que te desarrolle el software pueda estar en cualquier sitio es que te da exactamente igual en qué sitio está. Los servicios cloud son el paso definitivo en este sentido, son servicios que nacen y viven en la red, servicios en los que el lugar tanto desde el que se prestan como desde el que se acceden son completamente insignificantes. Desde el punto de vista de las organizaciones usuarias y más concretamente de los empleados de éstas, el cloud supone la oportunidad definitiva para convertir el trabajo en una actividad y no en un lugar. El cloud va a permitir el “continuing computing” entendido como el acceso vía web a cualquier servicio de información que necesite desde cualquier lugar y desde cualquier dispositivo.

Las organizaciones son (o deberían ser) líquidas
El sociólogo Zygmunt Bauman utilizaba en Modernidad líquida la metáfora de los líquidos para describir la sociedad en la que vivimos: si los sólidos conservan su forma y permanecen en el tiempo, los líquidos son informes y se transforman constantemente, son flujos. Las organizaciones no son ajenas a la sociedad donde viven y han de adaptarse a esta liquidez. Las organizaciones, como los líquidos, han de transformarse constantemente, extendiéndose con un centro cada vez menos evidente y unos límites más difusos. Las organizaciones deben ser líquidas y para ello han de transformar sus infraestructuras, hacerlas más ligeras, descargar la mochila de los activos que cargan y sustituir estos por servicios de valor. Siguiendo con el símil de los líquidos, igual que estos se evaporan a unas determinadas condiciones de temperatura, las organizaciones han de ser capaces de llevarse cosas a la nube cuando las condiciones de entorno se lo pidan. La transformación en organizaciones líquidas pasa por un nuevo modelo no sólo en la tecnología sino en las operaciones en general, un modelo basado en servicios, en el que casi todo en una organización puede y debe gestionarse como tal. Las organizaciones líquidas trabajan en un modelo de “todo como servicio”.

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