"Cloud computing": el príncipe que despertó a la princesa de las telecomunicaciones

‘Cloud computing’ forma parte del nuevo paradigma de la ingeniería de las telecomunicaciones para la convergencia. En este nuevo mundo global e interconectado es necesario cambiar el concepto de dónde se almacenan los contenidos y servicios que luego transitan por las redes de telecomunicaciones de banda ancha.
Acerquémonos al cloud computing sin prejuicios. La primera pregunta que muchos lectores se estarán haciendo es: ¿qué es eso del cloud computing? El nombre es novedoso, y la tecnología que lo soporta también, pero no el concepto.
Allá a mediados de los noventa, cuando Internet se abrió al público, los entonces denominados Internet Service Providers (ISP) ya se dieron cuenta del potencial y la oportunidad de disponer de una red que les permitía estar conectados con infinitos clientes que hasta el momento habían hecho un uso casi nulo de los sistemas de información (las pequeñas y medianas empresas). Por aquel entonces Internet no era una red de banda ancha y los servicios se limitaban al correo electrónico, al alojamiento de páginas web y poco más. Algunos ISP ofrecían a sus clientes plataformas de comercio electrónico y los más emprendedores empezaban a construir el concepto Application Service Provider (ASP). No se ofrecían más servicios porque la red no era de banda ancha y porque la tecnología no permitía mucho más. Tampoco los clientes estaban preparados para asimilar más innovación. No obstante, aquellos ISP tenían la vocación de avanzar e impulsar el desarrollo de la tecnología necesaria para hacer realidad el nuevo paradigma: pequeñas y medianas empresas que dispusiesen de servicios de información tan potentes como los de las grandes empresas.
Pero en enero de 2001, cuando estalló la burbuja puntocom, el paradigma quedó en el olvido. Como en el cuento de la Bella Durmiente todo se paralizó y un impenetrable bosque de desconfianza hacia las TIC ocultó aquel castillo de ensueño.

MOMENTO IDÓNEO
¿Qué ha cambiado en estos diez años que hace que ahora sí sea el momento idóneo para cloud computing?
Lo primero es la disponibilidad de redes de banda ancha baratas. Incluso ADSL puede ser suficiente como red de acceso a Internet para la mayoría de las empresas. Lo segundo es que la gente ya convive de manera natural con los servicios de Internet. Y lo tercero, lo que nos ocupa en este artículo, la existencia de la tecnología adecuada en cuanto a los servidores: cloud computing.
El potencial de cloud se suele formular de manera muy simple: pague por los recursos de computación que consuma. Pero a mí me gusta formularlo de otra manera: diga qué calidad de servicio necesita y pague por la calidad de servicio que necesite. El proveedor será el responsable de la puesta en marcha y el mantenimiento de las máquinas y enlaces de telecomunicaciones que soportan el servicio.

CLAVES PARA IR A ‘CLOUD’
Llegados a este punto quizá ya esté tomando en consideración contratar servicios de sistemas de información basados en cloud. ¿Qué debe tener en cuenta? Lo más importante es seleccionar a un proveedor de servicios de confianza. Hay dos motivos para ello: seguridad y fiabilidad. La fiabilidad tiene tres vertientes: la disponibilidad del servicio en las condiciones de calidad contratadas, que la información almacenada no se pierda y que en caso de fallo en el sistema éste se recupere en el tiempo pactado en el contrato. Desconfíe de proveedores que no le ofrezcan contratos de fiabilidad bien detallados. En cuanto a la seguridad, los fabricantes se están adaptando rápidamente al nuevo concepto. La filosofía no cambia: hay que combinar la seguridad de la red con la seguridad de los servidores y las aplicaciones.
En definitiva, desde un punto de vista tecnológico, con cloud se puede conseguir la misma fiabilidad y seguridad que con un modelo tradicional en el que cada empresa gestiona su propia red y servidores.
Y llegó el príncipe cloud y besó a la princesa de las telecomunicaciones. Entonces, el bosque desapareció y el castillo y sus habitantes despertaron para continuar con su destino… como si el tiempo no hubiese transcurrido.

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