"Hay que buscar el equilibrio entre el mantenimiento de la operativa con la transformación"

Tras el período de pandemia, la prioridad de las empresas es crecer, y para ello están innovando digitalmente lanzando con agilidad nuevas aplicaciones al mercado. Este modelo de crecimiento cambia la misión de los departamentos de TI, que ahora están llamados a adoptar un mayor liderazgo. Sin embargo, asumir un papel más activo en la innovación requiere simplificar la herencia tecnológica para liberar tiempo y recursos.  

Esto plantea un conjunto de retos, dado que el porfolio de aplicaciones que hay que mantener aumenta y la velocidad del cambio convierte rápidamente nuevas aplicaciones en obsoletas. Como consecuencia, la proporción del presupuesto y recursos destinados a mantener el legacy va en aumento, lo que llegado un punto estrangula la capacidad financiera de seguir innovando.

Además, en los casos donde la conversión a legacy es sobrevenida y dejan de estar en producción, ya no se trata de modernizar esas aplicaciones, sino de decomisarlas. Ante esta opción, la actitud por defecto es la de no tocar nada, evitando así posibles riesgos si se desconecta. El resultado es que el coste y los recursos que absorben son acumulativos, y el tamaño de la pila heredada sigue aumentando.

En este contexto, surge una pregunta: ¿es posible apagar al completo las aplicaciones heredadas manteniendo el cumplimiento regulatorio y el acceso a los datos, y hacerlo de forma económicamente viable? Este documento presenta una respuesta afirmativa, y describe cómo llevarlo a cabo. Se trata de establecer un programa estratégico para evaluar la cartera completa de aplicaciones, que incorpore una perspectiva de ciclo de vida y que permita simplificar y retirar el legacy de acuerdo a una planificación. 

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