La relación entre las TI y la productividad

El gran debate

Cualquier lunes por la mañana habrá que presentarse ante el director financiero y defender el presupuesto de TI. Sería entonces de gran ayuda poder argumentar que las inversiones realizadas en Tecnologías de la Información han incrementado la productividad de la compañía, para pasar después a explicar por qué el presupuesto deberá ser mayor ese año.

Nada mejor para poder defender un presupuesto de TI que contar con información abundante sobre la aportación de la tecnología al negocio. Presentamos aquí los dos lados del intenso debate actual sobre la productividad.


El milagro de la productividad
Los críticos del papel de la tecnologías en la empresa afirman que los aumentos de productividad generados por la tecnología han sido estimados en exceso y que, en cualquier caso, ya han dejado de existir. Hace una década, la idea de que podría tener lugar una recuperación de la productividad se consideraba demasiado optimista y exagerada. Después de todo, la productividad de los trabajadores de Estados Unidos fuera del sector agrícola sólo había aumentado un 1,4 por ciento en término medio entre 1973 y 1995. Y la tecnología no estaba ayudando a mejorar la situación, o al menos eso era lo que se afirmaba. Por otra parte, los economistas estaban desconcertados ante este bajo rendimiento en la productividad, al que designaron como la Paradoja de la Productividad.

Sin embargo, en 1996, la Paradoja de la Productividad se convirtió en el Milagro de la Productividad, cuando el aumento de la producción por hora en el sector no agrícola de la economía de Estados Unidos se incrementó un 2,9 por ciento anual en promedio hasta el año 2000 inclusive. Aunque 2,9 por ciento podría parecer una cantidad pequeña, se convierte en grandes cifras con el tiempo. Si la productividad crece a una tasa anual del 2,9 por ciento, el nivel de vida se duplica en 24 años. Sin embargo, con un aumento de la productividad del 1,4 por ciento, se requerirían casi 50 años para que el estándar de vida se duplicase.

Muchos economistas explican este salto de la forma siguiente. Mientras que las compañías han estado invirtiendo en ordenadores, equipos informáticos y software durante décadas, necesitaron algún tiempo para determinar cómo utilizar estas herramientas para cambiar la propia naturaleza de las funciones y de los puestos de trabajo de las personas. Y, aunque, al principio, sus esfuerzos eran demasiado irrelevantes para que aparecieran en las estadísticas de productividad, para la segunda mitad de los años noventa, al acumularse cada innovación sobre la innovación anterior, este efecto combinado de las Tecnologías de la Información sobre la productividad adquirió importancia suficiente para aparecer registrado en las estadísticas nacionales. De ahí el salto de 2,9 por ciento en el output o rendimiento por hora.

Nada menos que una autoridad de la economía como el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Alan Greenspan había proclamado ya la existencia de una correlación entre la innovación tecnológica y las ganancias en productividad, que había sido reconocida además por la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO). En más de una ocasión, Greenspan ha declarado que los trabajadores norteamericanos son mucho más productivos de lo que eran, y que el motivo de ello es la proliferación de las tecnologías de la información. Y, además, cree firmemente que esta productividad continuará aumentando.

En el Departamento de Comercio norteamericano seguramente coincidirán con esto. En un informe reciente, afirman que los datos oficiales podrían no expresar todo el efecto de las innovaciones de alta tecnología sobre el crecimiento económico, y proponen un método diferente de valorar el rendimiento del sector informático: ajustando la cifra total en dinero resultante de las ventas de ordenadores, ya que éstos están mejorando constantemente en potencia de proceso y en calidad. En 1999, por ejemplo, las ventas totales de ordenadores fueron de 92.500 millones de dólares. Teniendo en cuenta la mejora en la calidad y en el valor de cada nuevo ordenador, el Departamento calculó como resultado una cifra de 245.900 millones de dólares, que es la que utiliza para expresar en qué medida han contribuido los ordenadores al producto nacional bruto. Utilizando este patrón de medición, se constata que los sectores que son fuertes usuarios de las nuevas tecnologías de la información, como la educación y ciertos servicios financieros, han alcanzado un crecimiento importante de la productividad.

Los escépticos, naturalmente, lo ven de otra forma. Lo que ven es un Espejismo de la Productividad y señalan que prácticamente todo el milagro de la productividad ha estado concentrado en el sector de la tecnología. En otras palabras, los ordenadores han generado un aumento de la productividad para el sector informático, pero no ejercen una influencia significativa en otras partes.

Estas opiniones tienen sentido, y son compartidas por “contra-revolucionarios” muy sensibles y comedidos. Todo el mundo está de acuerdo en que la productividad resulta difícil de definir y aún más difícil de medir, y no es extraño por lo tanto que personas razonables puedan observar un mismo fenómeno y considerarlo de manera diferente, como una paradoja, un milagro o un mito.

Sin embargo, al final, lo que cuenta es el dinero que uno trae a casa, y ese es el motivo de que la productividad sea tan importante, ya que es la fuente y el origen de nuestro estándar de vida. La productividad determina nuestro poder de compra y nuestros ingresos reales, lo cual, a su vez, determina cuánto podemos comprar. El primero en explicar de manera clara y sencilla este concepto fue Adam Smith en su obra El bienestar de las naciones (1776), al afirmar que la prosperidad está basada en la división o reparto del trabajo, lo que conocemos actualmente como “outsourcing”. Así, gracias al carnicero, al panadero y al fabricante de velas, decía, el resto de nosotros podemos hacer lo que hacemos mejor, aumentando de esa forma al máximo nuestra productividad y nuestro salario.

El hecho es que los salarios reales por trabajador aumentaron durante los años 90 a una cifra récord –al ritmo más rápido desde los años 60– después de haber permanecido estancados junto con la productividad desde mitad de los años 70 hasta mitad de los años 90. Esto es una prueba positiva de que ha tenido lugar realmente una recuperación y un aumento importante de la productividad, y que ha sido más extenso y generalizado de lo que afirman los escépticos. La prosperidad de la década pasada no estuvo limitada a unos pocos grandes expertos en alta tecnología, mientras los demás nos dedicábamos a tareas más corrientes. Por el contrario, más de la mitad de los 24 millones de puestos de trabajo creados desde 1987 en Estados Unidos fueron destinados a posiciones profesionales y de gestión, en las que el salario es relativamente alto.

Nadie discute el hecho de que ha tenido lugar un aumento de la productividad dentro del sector de las Tecnolog&

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