Especial Sanidad SEIS CW 2023

Digitalización, la cura para una industria sanitaria eficaz y accesible

La sanidad se digitaliza con rapidez. La implacable pandemia mostró el camino de la gestión y la necesidad de aplicar la tecnología para mejorar la atención, la prevención y la cura. Hay que atender retos como el cambio cultural, la deshumanización o la ciberseguridad y el paciente debe seguir estando en el centro.

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Ha bastado una brutal pandemia para acelerar la digitalización de la sociedad en general, y la del sistema sanitario en particular, de una manera jamás imaginada por las previsiones más soñadas hace apenas tres años. A pesar de los avances queda mucho por hacer y, sobre todo, por hacerlo bien y conseguir que digitalizar la sanidad, tanto en la gestión, como en la atención, el diagnóstico, los tratamientos y la curación, sean pasos hacia adelante y no mermen la calidad, la seguridad y el necesario contacto humano que cualquier proceso relacionado con la salud necesita.

 

La UE plantea metas como que para 2030 el 100% de los ciudadanos de la UE tenga acceso a sus historiales médicos electrónicos

 

Objetivos de la Unión Europea, y de todos nosotros

La Unión Europea (UE) promueve estos avances digitalizadores de la atención sanitaria de los ciudadanos a través de su Itinerario hacia la Década Digital para 2030, donde plantea metas como que en ese año el 100% de los ciudadanos de la UE tenga acceso a sus historiales médicos electrónicos, por ejemplo. El proyecto europeo persigue la digitalización de los servicios públicos sanitarios de todos los países miembros, con dos grandes objetivos; que se facilite una prestación del 100% accesible online de los servicios públicos con la que “los ciudadanos interactúen y accedan en un entorno fiable y seguro para todos”. Así quiere beneficiar a los grupos más desfavorecidos (personas con discapacidad, en zonas rurales y remotas), a través de “la oferta de servicios y herramientas inclusivas, eficientes, interoperables y personalizadas”.

Según la UE, la transformación digital sanitaria será clave también para procesos de complejidad, como las operaciones, la detección, las revisiones y los controles periódicos a los ciudadanos. Además, incorporar las nuevas tecnologías va a suponer un gran ahorro de costes diarios, y podría generar, según los cálculos de Bruselas, 120.000 millones de euros de beneficios al año en 2030.

La Estrategia de Salud Digital del ministerio de Sanidad coincide con estos objetivos, quiere implantarlos de manera armónica y coordinada, y pretende que “las tecnologías digitales avanzadas como el big data, la inteligencia artificial (IA) o el Internet de las Cosas, (IoT, de sus siglas inglesas), transformen el sistema, la actividad diaria de los profesionales de la salud y su relación con los pacientes, anticipen los riesgos, una mayor precisión de los tratamientos médicos y al desarrollo de la investigación, sin olvidar la gestión global del sistema y sus recursos”. Es decir, lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) entiende por salud digital: “el campo del conocimiento y la práctica relacionado con el desarrollo y la utilización de las tecnologías digitales para mejorar la salud”.

En el Informe sobre Transformación digital en salud en España, actualizado en 2021, realizado por la Asociación Salud Digital (ASD), ya se reflejaban los avances en la digitalización sanitaria de nuestro país, con una Receta Electrónica Interoperable en el mapa completo del país, al igual que la Cita por Internet, y la Historia Clínica Digital cubre el 93,45 % de la población. No obstante, la asociación constata que pese a los planes arriba nombrados, “el presupuesto para la aplicación de las tecnologías de la información y el conocimiento ha disminuido el último año (2021), desde los 728 a los 707 millones de euros. Este país necesita afrontar retos en materia de salud digital que tienen que ver con la IA, el big data, la historia clínica adaptativa, el open data o la patología digital, entre otros, pero difícilmente se avanzará en esas áreas con un sistema que reduce su gasto”, critican.

Como avance, el Gobierno español anunció en 2020 que la sanidad unificaría los datos de pacientes del sistema público y privado de todas las Comunidades Autónomas (CCAA), para que cualquier hospital pueda acceder a una versión unificada del historial médico de cada paciente, tanto para fines clínicos como de investigación médica, que empezaría a realizar un mapa genómico del país para acceder al Archivo Europeo de Genomas y Fenomas (EGA), que se invertiría en una atención ‘Primaria 2.0’, con datos en la nube, con el objetivo de analizar los datos en salud para realizar con ellos una aplicación a la práctica clínica y en la investigación. Este proyecto estará vinculado con la nueva estrategia nacional de IA y medicina personalizada. Al parecer, estamos en ello.

 

 

“Para hacer efectivo este potencial tecnológico son necesarios cambios organizativos y en los procesos”

José Luis Monteagudo, vicepresidente de la SEIS

 

 

 

Gestión y prestación para una salud perfeccionada

Jose Luis Monteagudo, vicepresidente de la Sociedad Española de Informática de la Salud (SEIS) para la Formación, Innovación e Investigación, señala los dos vectores que la transformación digital sanitaria implica; la incorporación de tecnologías digitales avanzadas y los cambios organizativos profundos en el sistema. Monteagudo coincide al hablar de tecnologías como la computación en la nube, el análisis masivo de datos, la IA, IoT, 5G, la bioimpresión en 3D, el blockchain, “que transformarán el sistema sanitario en prácticamente todos los aspectos (atención, prevención, salud pública, empoderamiento de pacientes y profesionales, gestión,  investigación y docencia). Pero para hacer efectivo este potencial son necesarios cambios organizativos y en los procesos”, puntualiza.

Marta Aymerich, vicerrectora de Planificación Estratégica e Investigación de la Universitat Obert de Catalunya (UOC) coincide en la definición de objetivos; mejorar la gestión y prestación de servicios, la atención a los pacientes y la investigación científica de la salud. Explica que con la digitalización se quiere “tener más conocimiento y mejor capacidad de decisión sobre nuestra salud y reforzar los sistemas y sus profesionales” y pone como ejemplo de tecnologías que lo consiguen la gestión de citas médicas, la historia clínica electrónica y la gestión de la información, o el uso de la IA y análisis de datos, “que permiten una mejor toma de decisiones basada en datos y una gestión más eficiente de los recursos”.

También cree que mejoraría la accesibilidad y calidad de la atención médica, especialmente en áreas remotas o desatendidas. Según sus previsiones, “el uso de la telemedicina permite la atención médica a distancia, que puede aportar mayor comodidad para los pacientes y reducción de costes para los sistemas de salud. Además, el uso de dispositivos móviles y wearables aporta un seguimiento más efectivo y personalizado de los pacientes, que puede ayudar a prevenir enfermedades y a mejorar los resultados del tratamiento”.

Como investigadora universitaria, tiene ya una visión de los posibles avances científicos que las TI en salud pueden aportar: “Acelerar la investigación y el desarrollo de nuevos tratamientos y terapias, porque la recopilación y análisis de grandes cantidades de datos pueden identificar patrones y tendencias en la salud de la población, y es una información muy valiosa para la investigación científica y la toma de decisiones clínicas. Además, el uso de tecnologías como la genómica y la IA permiten un diagnóstico más preciso y personalizado, y el desarrollo de tratamientos específicos para cada paciente”.

 

 

 “La salud digital permite modificar el modelo de atención poniendo al paciente en el centro, si se aprovechan las posibilidades que las TIC ofrecen para incorporar sus preferencias”

Marta Aymerich, vicerrectora de Planificación Estratégica e Investigación de la UOC

 

 

La pandemia que lo aceleró casi todo

Para el vicepresidente de SEIS, la sanidad ha acelerado su transformación digital tras la disrupción del sistema por la pandemia, no solo para atender la situación de emergencia, sino como objetivo de futuro. Durante la crisis de la covid, las tecnologías digitales han sido un recurso fundamental el seguimiento y control epidemiológicos, la investigación clínica, el desarrollo de las vacunas, la gestión del proceso de vacunación, la implementación extendida de la teleconsulta y la telemedicina, y otras muchas aplicaciones. “En los meses más críticos, las organizaciones y sus responsables han reconocido el potencial de las tecnologías digitales y se ha producido una mayor demanda por parte de los profesionales”.

Según el análisis de Monteagudo, la incidencia de la covid visibilizó con contundencia “las necesidades de mejora de infraestructuras, interoperabilidad y estandarización, la dotación de competencias digitales a los profesionales sanitarios, los gestores y la población en general. También se vio la necesidad de atender la brecha digital, especialmente para grupos vulnerables”.

Aymerich confirma lo mucho que nos ha cambiado la pandemia ante una tímida digitalización implantada hasta entonces, que se veía, y aún se ve, con desconfianza.  “Aceleró prácticas que ya existían y que al implementarlas, por necesarias, hemos podido analizar. Durante el confinamiento nos pareció cómodo que pudiéramos hacer una consulta por teléfono y que nos enviaran directamente la receta al ordenador de la farmacia. Antes ya era útil poder pedir visita por internet o no tener que ir con los papeles de interconsulta de un profesional a otro. Ahora ya se comunican directamente y comparten nuestra historia clínica, incluidas las resonancias y las radiografías”, enumera con convicción.

Para esta investigadora es evolutivamente positivo “tener en un clic la consulta de nuestra propia historia clínica, porque puede facilitarnos la vida (para recordar una lesión o una medicación de hace años, por ejemplo). Ahora hay aplicaciones de móvil que sirven para ayudarnos a controlar la diabetes, o para realizar el seguimiento de una pandemia”, recuerda.

También valora la evolución informativa: “Hemos aprendido que todos nuestros datos juntos, sin necesidad de identificar quién es quién, ayudan a estudiar factores de riesgo (para la salud cardiovascular, entre otros) y predecir posibles evoluciones de epidemias. Se han llegado a hacer populares las curvas epidémicas en todo el mundo a través de los medios de comunicación. La ciencia de datos se hizo visible en todas partes. La salud digital pone la salud en manos de cada persona gracias a internet; es un mejor acceso para interactuar no solo para nuestra salud individual, sino también colectiva”, apostilla.

 

 

En 2025, el hogar será el lugar habitual para el cuidado y seguimiento rutinario de la salud, los hospitales estarán reservados para el tratamiento especializado, traumatología y emergencias

 

 

Productos y servicios disruptivos

Las tecnologías lo van a cambiar todo en sanidad, y el vicepresidente de SEIS cree que  “los cambios serán incrementales, más que disruptivos, porque estamos ante un proceso de largo recorrido” y no será “una sola tecnología o tipo de servicio, sino un frente de onda de una diversidad de innovaciones, que van a tener que conjugar la alta velocidad de cambio con la lentitud de los cambios organizativos y modelos mentales” dice.

Para él, la atención no presencial y virtual va a incorporarse en los procedimientos, la atención personalizada en base a la información genética, los sistemas de atención a la cronicidad y en el domicilio, los ya nombrados datos masivos para aplicar técnicas de análisis y de IA, “prometen cambios importantes. Además, se aprecia una tendencia a la automatización de todo lo que sea posible”, añade. 

Ya contamos con aplicaciones de servicios de salud públicos y privados, dispositivos IoT, receta digital, videoconsulta… pero la innovación tecnológica presenta un crecimiento exponencial y cubre multitud de aspectos en sanidad. Según Monteagudo, nos veremos curados y cuidados con tecnologías como el  gemelo digital, los sistemas ciberfísicos, el metaverso, la computación cuántica, la comunicación electrónica con el cerebro, o la endoscopia de bioimpresión 3D, más pronto que tarde.

Aymerich coincide en que la atención personalizada, junto con una desinstitucionalización y mayor atención domiciliaria con la telemedicina serán moneda corriente, “la información médica se almacenará y compartirá de forma segura, y se utilizará para desarrollar terapias más precisas y personalizadas. La atención se volverá más accesible y cómoda con la telemedicina y los servicios de atención remota. Y se espera que la prevención y el diagnóstico temprano de enfermedades sean más efectivos y personalizados”, vaticina.

A los avances de gestión y médicos que aportará la IA ella le suma el machine learning (ML), la realidad virtual y aumentada, “que pueden ser utilizadas en la educación médica, la rehabilitación, la cirugía y el tratamiento de trastornos mentales”, y la robótica “utilizada en cirugías, rehabilitación y asistencia a pacientes”.

 

Los retos, la cara B de la digitalización de la salud

Queda claro que la idea de la transformación digital sanitaria es que mejore la calidad, el acceso, la seguridad y el valor para los pacientes, y que facilite soportes avanzados a profesionales y gestores. Los avances también se dirigen a la salud pública, la investigación, la docencia, la prevención y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Y derivado de la pandemia, “que mejore la sostenibilidad y resiliencia del sistema”, nos dice el representante de SEIS.

Pero la Estrategia de Salud Digital española señala los aspectos negativos que no se deben obviar: “Presenta aspectos complejos relacionados con los derechos de los pacientes, el acceso a las tecnologías, la transferencia de riesgos en la toma de decisiones, la medicalización innecesaria o los usos secundarios y la propiedad de los datos, por mencionar los más evidentes, que es imprescindible tener en cuenta”. Es decir, que hay riesgos, y habrá que atajarlos.

Monteagudo pone el foco en la necesidad de “no perder la perspectiva de que esta transformación debe estar al servicio de las personas y servir para implicar a cada individuo en el cuidado de su salud, para reforzar la relación profesional-paciente, y la prevención de la enfermedad y la discapacidad, y mejorar la asistencia y los cuidados”. Y entiende las dificultades: “Para los profesionales se plantea el cambio cultural, la necesidad de adquisición de nuevas competencias, la transferencia de riesgos en la toma de decisiones con la IA, por mencionar los más evidentes”, explica.

También señala problemas ligados a los nuevos marcos organizativos y regulatorios, la gobernanza digital, la gestión del cambio y la humanización de la asistencia, la brecha tecnológica de los sistemas sanitarios, el desarrollo de una cultura digital en las organizaciones, la disparidad y falta de equidad en el acceso a los cuidados, y la fuerza de trabajo insuficiente y no formada en salud digital.

La digitalización plantea grandes retos en materia de ciberseguridad, como se está constatando con los constantes y graves ciberataques a hospitales y sistemas sanitarios en los últimos años. En SEIS son conscientes de que “la ciberseguridad es un aspecto crítico. Muestra de ello es el caso actual del ataque a los sistemas del Hospital Clinic de Barcelona”.

En efecto, para la vicerrectora de la UOC, “la tecnología y las redes de comunicación móviles pueden ampliar el acceso a la salud, reducir los costes de hacerlo y disminuir la desigualdad. Pero debe servir solo para amplificar y reforzar nuestros sistemas, no para sustituirlos. No debemos dejar de lado la inversión en personal sanitario y en infraestructuras, que es lo verdaderamente importante”.

Y advierte del peligro de que la salud digital “implique externalizar parte de los costes a las familias, si tienen que pagar por los dispositivos electrónicos y el acceso a la red, o podría acentuar las brechas relacionadas con las habilidades digitales y dejar de lado a los más vulnerables”. Limitar la interacción visual, limitar las microconversaciones, afectar al nivel de confianza entre sanitarios y pacientes y acentuar sesgos socioeconómios, geográficos, de edad, de género o de nivel de estudios, según el uso de internet de cada cual, “son brechas que en el diseño e implantación de la salud digital deben tenerse en cuenta y hay que superar globalmente”, asegura Marta.

Indica también que hay que asegurar la calidad de la información disponible en internet, que sea científicamente correcta, educar a los ciudadanos y ciudadanas para  discernir sobre la calidad de la información y tener más pensamiento crítico, “y ayudar así a que los hombres puedan reconocer las cargas y las barreras que afectan a las mujeres”, por ejemplo. “La salud digital, si se centra en las personas, puede ayudar a disminuir los riesgos asociados a la desigualdad, pero debemos estar muy pendientes de sus implicaciones sociales y sanitarias en cada contexto”, advierte Aymerich, quien reivindica el papel de las universidades para liderar el debate científico y la investigación sobre estos aspectos.

Para ella, es necesario mantener el enfoque en la atención centrada en la persona, proteger la privacidad y la seguridad de los datos, formar y capacitar a los profesionales sanitarios, y establecer regulaciones claras que protejan a los pacientes y eviten el abuso de la tecnología. “Nunca la tecnología lo soluciona todo. Debemos usarla para avanzar como personas y como sociedad per integrarla valorando críticamente sus implicaciones éticas y sociales”, añade.

 

 

“La salud digital, si se centra en las personas, puede ayudar a disminuir los riesgos asociados a la desigualdad, pero debemos estar muy pendientes de sus implicaciones sociales y sanitarias en cada contexto”

 

 

En el centro, ¿el paciente o las máquinas?

Según nos explica José Luis Monteagudo, el término salud digital es de reciente acuñación y de acuerdo con la OMS. “Prácticamente, la incorporación de las tecnologías digitales en la atención se produce desde hace varios años en casi todas las actividades sanitarias. Hoy en día la medicina es digital, porque usa soportes digitales, y va a usar más en el futuro”, vaticina.

Desde hace años se ha venido invocando la necesidad de poner al ser humano en el centro de la atención sanitaria, pero la experiencia muestra que es mucho más fácil enunciarlo que llevarlo a la práctica. “Esto no depende de las tecnologías sino de la organización, la práctica de los servicios y sus agentes”, dice José Luis.

El elemento más controvertido está en las aplicaciones de atención no presencial como en telemedicina, telesalud, telemonitorización, teleconsulta y otros servicios virtuales. “Es un tema tradicional de debate y que se refiere a la cuestión central de la relación médico-paciente”, nos confirma.

Marta es un poco más positiva. “La salud digital permite modificar el modelo de atención poniendo al paciente en el centro, si se aprovechan las posibilidades que las TIC ofrecen para incorporar sus preferencias. Internet ha permitido la socialización del conocimiento”, y pone como ejemplo la existencia de apps que facilitan su acceso, “aunque discernir qué aplicaciones son científicamente más adecuadas es hoy en día todavía difícil. Faltan más herramientas que permitan evaluarlas de forma rápida, sencilla y fiable”, sostiene.

De todas las aplicaciones sobre salud “parece que sólo alrededor de un 30% van dirigidas a profesionales y pacientes. El 70% se dirigen al público en general. Por lo tanto, se podría hablar de un modelo de salud centrado en la persona y no sólo en el paciente”. Para ella, el modelo no debe tratar sólo de la atención sanitaria cuando uno tiene un problema de salud, sino de entender la salud de menara más holística, tal y como la definió la OMS: bienestar físico, psíquico y social, y no sólo la ausencia de enfermedad.

Según las previsiones de la consultora Deloitte para el año 2025, debido a internet y el conjunto de tecnologías ya nombradas, “el hogar será el lugar habitual para el cuidado y seguimiento rutinario de la salud, los hospitales estarán reservados para el tratamiento especializado, traumatología y emergencias, muchos de los contactos médico-paciente se realizarán de manera virtual y serán informados con evidencias del entorno real; más del 70% de los españoles realizarán una consulta por conexión de video y los individuos estarán mejor informados sobre su perfil genético, su salud actual y posibles enfermedades futuras”.

Algunas de estas previsiones se están comenzando a cumplir. Ya hay propuestas gubernamentales (como es el caso de la Comunidad de Madrid) para ahorrar en presencialidad médica al apostar por soluciones como la llamada telefónica, y a un corto paso de cambiar a la videollamada cualquier día. Hay que cuidar, y mucho, que este camino digitalizador no eluda la necesaria inversión, mejore realmente la atención sanitaria, y lo haga más fría, distante, despersonalizada y sesgada, y menos universal.  

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