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Universidad y empresa: encuentros y desencuentros

Ingenierias de telecomunicaciones y de informática

El Centro de Estudios Sociológicos (CIS) publicó en octubre de 2001 un trabajo de los profesores De Miguel, Caïs y Vaquera titulado Excelencia. Calidad de las Universidades Españolas. Es el de la calidad en las enseñanzas universitarias un asunto de intensa preocupación en el presente. No es que no inquietara ya antes a ciertas minorías bienintencionadas dentro y fuera de las universidades, pero la polémica ( y menos el debate bien articulado) que acompañó la tramitación de la LOU y las expectativas generadas a partir de la nueva Ley, han revuelto las aguas…y los lodos.

Es cuestión, por lo demás, compleja y proclive a la polémica encendida, pues aunque como es sabido, hay iniciativas gubernamentales en la materia que habrá que suponer bien fundadas, será difícil establecer indicadores objetivos de calidad que sean de aplicación a la realidad universitaria española, una realidad variada y de una racionalidad muchas veces puesta en duda; el escenario muestra más de setenta instituciones de todos los tipos, grandes, pequeñas, de titularidad pública, nacidas más por razones políticas que por necesidades reales del espacio en que se ubican, de titularidad privada, de carácter confesional, nuevas y vetustas, etc. Al margen de las naturales cautelas, tal vez por eso De Miguel y sus compañeros advierten de su intención puramente aproximativa en el texto que muestra los resultados de su prolija investigación.
Según los autores del trabajo encargado por el CIS, la universidad actual tiene cinco objetivos básicos, a saber: la transmisión de la cultura, la docencia, la investigación científica, la socialización de sus estudiantes y el compromiso con la sociedad. O sea, como en la Edad Media, pero con el lenguaje puesto al día. Seguramente se da por sentado que tan elevados objetivos contienen en sí mismos otros que nos conciernen más de cerca. Tal vez fuera suficiente con explicitar sólo un objetivo más (con perdón de todos los purismos académicos): formar profesionales. Si, a estas alturas, no se incluye el punto de vista de los empleadores o el grado de homologación de los estudios españoles con los de los países más avanzados en la evaluación de la calidad, habremos perdido una oportunidad, otra más.
Y no será por falta de voces sensatas que se dejan oír incluso desde dentro de la institución universitaria. El informe realizado por el profesor Josep M. Bricall (una especie de “biblia” con no pocos adeptos, afortunadamente) y publicado en 2000, opone al enfoque que considera todas las disciplinas académicas como partes de un saber indivisible y omnicomprensivo, la importancia de entender que es precisamente en la intersección de los diversos campos disciplinares en donde se producen en muchas ocasiones los desarrollos científicos más decisivos. Y esa concurrencia concierne hoy a las universidades, a los distintos agentes y organismos de la vida económica y social y a las Administraciones Públicas que deberán colaborar íntimamente en este proceso de reforma ya iniciado. Para Bricall está por ver que las universidades encabecen este proceso o que vayan a remolque de otras instancias; optimista en su duda el profesor: se trata más bien de saber si las universidades podrán subirse a un tren que perdieron hace tiempo.
El Libro Blanco sobre la Educación y la Formación de la Comisión Europea, publicado en 1995, ya identificaba los tres grandes impactos de nuestro tiempo sobre la educación: la emergencia de la sociedad de la información que está transformando la naturaleza del trabajo y de la organización de la producción; el fenómeno de la mundialización que incide sobre las posibilidades de creación de empleo y la revolución científico-técnica, que crea una nueva cultura y que plantea acuciantes cuestiones éticas y sociales. Que, salvo muy honrosas excepciones, la universidad siga ajena a estos asuntos es algo que acaso no deba hacernos entrar en depresión, al fin y al cabo desde el 95 no ha llovido tanto ¿o si?.
Lo que la Administración del Estado opina sobre todas estas cosas viene expresándolo con cierta asiduidad y en dosis que parece ajustar en función de las circunstancias, de modo que vale más esperar a la próxima entrega conservando, como las almas puras, nuestra capacidad de sorpresa intacta. Y respecto al resto de los agentes, lo que sigue no es otra cosa que una muestra, crónica necesariamente incompleta del estado de las cosas en lo tocante a la formación de los profesionales en telecomunicaciones e informática.
Para irritación de algunos y satisfacción de otros (es lo que tienen las comparaciones, además de ser odiosas) a finales de mayo de este año, el diario El Mundo publicaba un informe sobre las 50 carreras más demandadas por los estudiantes españoles. Naturalmente, se incluían las ingenierías, técnicas y superiores, en informática y en telecomunicaciones y eran las politécnicas de Madrid y Cataluña las más valoradas en ambas carreras. Junto a estos centros, ocupaban también lugar de privilegio la Carlos III de Madrid (también en las dos carreras), la de Granada y la Autónoma de Madrid en Informática y las de Cantabria y la politécnica de Valencia en telecomunicaciones. Este semanario ha indagado en algunos de esos centros y en otros de perfil diferente, que hay para todos los gustos; junto al punto de vista de algunas empresas punteras y al de la Asociación de Licenciados en Informática , el resultado es una aproximación al estado de las cosas respecto al grado de adecuación de los planes de estudios a las exigencias a las que los estudiantes habrán de enfrentarse en el ejercicio de su profesión.
En la Universidad Nebrija, una institución pequeña por voluntad fundacional, han terminado este año sus estudios los alumnos de la última promoción del Plan de Estudios de 1995 y en el curso que viene lo harán los primeros del plan de estudios de 1998. En el conjunto de la oferta universitaria, es este plan del 98 de los más recientes (si se exceptúa, por ejemplo el de la Carlos III que es del 2000). El plan de Informática de la Politécnica de Madrid es del 96 y el de Telecomunicaciones del 94; el de telecomunicaciones de la Carlos III es también del 96. En Nebrija –que no imparte telecomunicaciones-, por tanto, el plan se cambió a los tres años de vigencia del anterior, pero ello es debido más bien a la juventud de esta institución nacida precisamente en el 95. María Eugenia Díez, jefa de estudios dice que el plazo de cambio será de 5 años y explica las novedades más notables introducidas en el vigente: lenguajes de modelado de datos, entorno Linux, arquitectura de sistemas de telecomunicaciones GSM, GPRS y UMTS, protocolos de comunicaciones Ipv6, ICMPv6, SNMPv3, tecnologías de bases de datos JDB, GIS, Datamining, etc.
Como se ha dicho, el plan de estudios del ingeniero informático en la politécnica de Madrid es del 96, con lo que en este recién terminado curso se ha titulado la segunda promoción. Este centro, al decir de su decano, el profesor Emilio Torrano tiene la intención de reducir el número de horas de clase de tal modo que en la obtención de créditos se tendrían en cuenta las horas de trabajo del alumno en casa, esto es, deslizarse hacia un modelo más tutorial y menos magistral. Al decano le preocup

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